La población nacida fuera de Chile ha crecido más de 4 veces en 15 años. El 66% de este aumento se registró entre 2010 y 2016, según el último Censo. Un cambio que ha traído nuevos colegas y pacientes que hoy ponen a prueba a la práctica médica. Diversidad, multiculturalidad, cierre de brechas, mejor acogida y procesos de gestión son parte de los retos que plantea este nuevo Chile.
Por: Patricio Cofré A.
La situación sociopolítica y las complejidades que vive el sistema de salud local, fueron parte de las razones por las que la doctora Andrea Ruiz decidió dejar la ciudad de Maracaibo, en Venezuela, y trasladarse a vivir a Chile en 2015. Médico Cirujana de la Universidad de Zulia, ya lleva cerca de 3 años asentada en nuestro país y hoy se desempeña en la urgencia del Hospital el Carmen de Maipú.
“En mi país, en algunos lugares, no se contaba con elementos mínimos para trabajar, ni siquiera alcohol o jeringas. La infraestructura que se dañaba quedaba inutilizada. Por esa razón decidí buscar nuevos horizontes”, recuerda.
El doctor, Emmanuel Monpoint tiene 35 años y llegó al país en 2012, con la idea de realizar un magíster en la Pontificia Universidad Católica. Originario del sector de Carrefour, en Puerto Príncipe, ya había dejado su natal Haití para estudiar medicina en la Universidad Tecnológica de Santiago, en República Dominicana, donde se radicó por cerca de 10 años.
“Investigué las publicaciones que se realizaban, el nivel de educación, la reputación de su sistema de salud. Tenía alternativas en universidades de España, Argentina y Colombia, pero el calendario académico, junto a las condiciones generales, me hicieron optar por Chile”, relata.
Las historias de ambos profesionales son parte de las de miles de migrantes internacionales que han llegado al país con el sueño de concretar una mejora sustancial en su calidad de vida, de dejar atrás conflictos o problemas en sus naciones o, derechamente, para buscar oportunidades académicas o laborales.
Este es un fenómeno que ha transformado nuestra sociedad, aportando una diversidad cultural y una nueva forma de relacionarse en ámbitos laborales, académicos y sociales, que han levantado un desafío al Estado y a los chilenos en su conjunto.
Según el Censo 2017, ya son 746 mil los extranjeros en el país, representando el 4,35% del total de la población. De ellos, el 66,7% declaró haber llegado entre 2010 y 2017, principalmente a partir de 2016. Incluso, cifras del Ministerio del Interior, aseguran que durante 2018 ya se superó el millón de personas. Los principales orígenes son Perú (25,3%), Colombia (14,2%), Venezuela (11,2%), Bolivia (9,9%), Argentina (8,9%), Haití (8,4%) y Ecuador (3,7%).
El incremento es sustancial y las cifras mayores a las proyectadas, considerando que las últimas estimaciones de la encuesta Casen en 2015 hablaban de 2,6% de foráneos, pues se basaban en el Censo de 2002, que contaba 187 mil extranjeros.
La antropóloga social y académica de la Universidad Alberto Hurtado, Alejandra Carreño, es especialista en migraciones y explica que “a nivel demográfico estamos viviendo una de las llegadas de extranjeros más importantes que ha vivido Chile. Desde mediados del siglo pasado, cuando por la pobreza que aquejaba a Europa y a los desplazamientos marcados por las guerras, que no se veía un movimiento migratorio tan grande y muy concentrado en los últimos cuatro años”.
Debido a esto, el sistema sanitario se ha visto desafiado por la masiva llegada de nuevos pacientes y de profesionales médicos, desde distintos lugares de Sudamérica, en un breve periodo de tiempo. Esto ha dejado en evidencia deficiencias institucionales, culturales, barreras de acceso e indicadores, en algunos casos, casi diametralmente opuestos y preocupantes, en materias de salud a la realidad nacional, planteando importantes desafíos de gestión y calidad de atención tanto al sistema como a los profesionales que se desempeñan en él.
Mitos y realidades
El doctor Matías Libuy, es el primer coordinador de la recién estrenada Comisión de Salud y Migrantes, dependiente del Departamento de Políticas de Salud Pública del Colegio Médico, que se formó el 25 de julio de 2018, para abordar los diversos desafíos al sistema de salud que plantea la llegada de ciudadanos y profesionales de otros países, con una mirada integral y que permita resolver complejidades en la atención, comunicación y en los procesos administrativos involucrados.
Durante los últimos años, el facultativo de la Universidad de Chile y con un magíster en Salud Pública de la University College of London, ha realizado un análisis de las diversas realidades y entrega una evaluación preocupante. “La migración es un derecho humano y un determinante social de la salud que muchas veces ha estado ignorado en la toma de decisiones de políticas públicas. Las cifras dicen que al 2030 el 13% de la población del país será migrante internacional, eso pone sobre la mesa la necesidad de reestructurar y repensar el sistema sanitario en su conjunto para acomodarse a la multiculturalidad”, dice.
Libuy asegura que se debe incluir en esa construcción la adecuación a un perfil epidemiológico distinto, con nuevas patologías, y a una idiosincrasia diferente, que incluye una valoración a otras concepciones médicas. “El fenómeno migratorio llegó para quedarse, no se puede detener. Ya sucedió, seguirá pasando y debemos adaptarnos”, puntualiza.
A juicio de los especialistas, dos han sido los avances más relevantes que se han dado en la materia: la promulgación del decreto 67 en 2015, que garantiza la atención a extranjeros, sin importar su condición o situación legal o económica; y la creación de una Política Nacional de Salud para Migrantes Internacionales, en 2014. El trabajo se extendió por más de 2 años en la Dirección de Políticas Públicas del Ministerio de Salud y en el proceso se realizaron pilotos en 5 comunas, tres en el norte -Arica, Antofagasta e Iquique- y 2 en la capital –Recoleta y Santiago. A esto se sumaron 10 diálogos ciudadanos en diversas regiones.
El resultado vio la luz en octubre de 2017, cuando el Minsal lanzó un documento que incluye las temáticas centrales abordadas en el trabajo de campo: la capacitación de funcionarios, el facilitamiento lingüístico, la difusión de derechos y la integración intercultural. Hoy en día, la secretaría de Estado se prepara para entregar en las próximas semanas los lineamientos, objetivos e indicadores que permitirán llevar a la práctica el texto.
Báltica Cabieses, enfermera-matrona, Magíster y PhD en epidemiología social, directora del Programa de Estudios Sociales en Salud, ICIM, de la Universidad del Desarrollo, destaca la relevancia de estos logros. “Hemos avanzado bastante con respecto a otros países de la región en acceso a la atención. Hemos partido con el consenso internacional con el que se asegura una serie de mínimos, entre ellos la atención a los niños, a la mujer embarazada y de urgencias a cualquier persona que tenga una situación grave, puedan o no pagar y sea cual sea su estatus”, explica.
Pero los análisis han arrojado un importante nivel de vulnerabilidad para las personas que han elegido a nuestro país como su nuevo hogar. Según la encuesta Casen 2017, entre las cifras más preocupantes, están que el 23,4% de los migrantes se encuentran en pobreza multidimensional versus el 18,4% de chilenos. Por otra parte, el 9,05% de los compatriotas viven hacinamiento y el 0,9% lo hacen en estado crítico, mientras que los extranjeros en esta situación son el 26,9% y 3,9%, respectivamente. Y el 15,8% de los nacidos en otras naciones, no cuenta con ninguna protección de salud, un porcentaje muy superior al 2,2% de los nacionales.
Los datos más alarmantes tienen relación con los niños migrantes. Cerca del 20% de los menores que requerían atención, no la recibieron. Entre la población chilena esa cifra no supera el 1 ó 2%. “Existe un triángulo mortal que es el hacinamiento, la falta de acceso a la salud que propicia enfermedades o abusos y la falta de integración al sistema escolar”, alerta Cabieses.
El Dr. Libuy agrega desafíos relevantes a la hora de pensar el sistema a corto, mediano y largo plazo. “Hoy no estamos capacitados para el encuentro intercultural con la población migrante. El Sistema de salud en su conjunto no está preparado para recibir concepciones de la vida, de la medicina, sentidos comunes que son ajenos y existe un vacío formativo que debiéramos enfrentar decididamente. Existe brutal desconocimiento de la normativa vigente, no sólo de los migrantes, si no que de los mismos trabajadores de la salud”, comenta.
La antropóloga Alejandra Carreño, asegura que “si bien existe la ley y que permite que un niño sea atendido, pese a que su padre no tenga documentos o la situación irregular no es impedimento para entregar atención, hay muchas resistencias culturales para un mayor entendimiento, y eso creo problemas sanitarios. Esta es una construcción colectiva, si los migrantes no tienen derechos, se perjudica a todos”.
En términos epidemiológicos, según la evidencia, aseguran los especialistas, la prevalencia está más asociada a maternidad y a todo el proceso de embarazo, en especial debido a que la mayoría de los migrantes son jóvenes y sanos y provienen de países con tasas de natalidad mayores. Entre esos antecedentes, tampoco se registra un aumento de enfermedades.
Sin frontera
Dentro del proceso, también ha llegado un gran número de médicos extranjeros en los últimos años. Según cifras del Ministerio de Salud, del total de prestadores individuales de los cerca de 41 mil profesionales inscritos, casi 8 mil son de origen internacional, lo que corresponde al 17,3% de los doctores que ejercen en nuestro país. De ellos, el 21% son colombianos, 17% ecuatorianos y 7,5% venezolanos.
El doctor Libuy, explica el importante rol que juegan estos profesionales en el sector público, espacios que muchas veces no logran completar los cupos necesarios. “Más del 40% de los doctores que hacen cuerpo en Atención Primaria y hacen funcionar los servicios ambulatorios, los Sapus, son extranjeros. Tenemos que potenciar y valorar la captación de ese tipo de recurso humano porque la APS se hace cargo de más del 70% de la carga de la enfermedad”, dice.
Pese a esto, la realidad es opuesta. Una encuesta realizada entre médicos extranjeros, da cuenta de una situación decepcionante. El 53% se ha sentido discriminado en su práctica médica y, según sus testimonios, las agresiones provienen principalmente desde los mismos pacientes (48%) y de miembros de los equipos del área, en los distintos niveles (24%).
El doctor Emannuel Monpoint es claro y tajante: “Es raro el día que uno no se sienta discriminado en la sociedad. En el mundo de la salud, existe mucha presión, muchos no se atreven a decirlo. No sólo de colegas, desde los pacientes también, y eso no sólo ocurre en centros hospitalarios, uno lo ve en la prensa, en la población en general, en el supermercado, en la farmacia”.
La doctora Andrea Ruiz relata una experiencia similar: “En una universidad en que postulé a un magíster, el doctor que me hizo la entrevista me dijo que esa actividad no era para mí, por mi origen, y porque había que tener mucho dinero para pagarlo, fue muy humillante”. Y agrega que “diariamente vemos la discriminación de pacientes hacia médicos extranjeros, piden que los vean otros profesionales, hay comentarios xenófobos y racistas, pasa con frecuencia, todo el tiempo, y eso es muy doloroso”.
Lo que viene
Para Báltica Cabieses, uno de los principales desafíos que tiene la sociedad chilena es derribar estigmas y comenzar a sumar evidencias científicas para ciertos temas que también generan discriminación. Por ejemplo, análisis del Programa de Estudios Sociales en Salud de la Universidad del Desarrollo indican que pese a la sensación de que el costo de los migrantes para el sistema es elevado, la tasa de hospitalización -una de las prestaciones más costosas- no supera el 1 ó 2% del total.
Por otra parte, la profesional pone énfasis en la necesidad de una nueva forma de gestión. “La cadena migratoria provoca que se generen bolsones comunales, es decir, que las personas que llegan se acercan a lugares donde existen familiares, o grupos de sus países y, por esa razón, en algunos territorios existe una concentración mayor que eleva el promedio nacional”, explica. Para ello, señala, la asignación de recursos para la salud debe ser considerando esa variable, entregando más a las comunas que cuentan con mayor población foránea y así disminuir la presión económica de recintos como el Hospital San Borja, por ejemplo, cuyas atenciones van entre el 10 y 12% a esta población.
Alejandra Carreño señala que “tenemos un trabajo enorme por delante, hay temas de barreras idiomáticas, pero más profundos en cuanto a la organización del sistema de salud. Hay una tendencia de población migrante a buscar solo atenciones en situaciones de emergencias y eso va a complejizar las cargas”.
Finalmente, el Dr. Libuy explica que los principales puntos que hay que atacar hoy en día tienen relación con la educación de los trabajadores en interculturalidad y epidemiología, con la generación de referentes especializados en cada servicio, hospital o Cesfam. Además, plantea un tema de fondo y un cuestionamiento a nivel social: “Se deben generar estrategias para re organizar el sistema de salud para que pueda absorber la demanda, pero también hay que pronunciarse decididamente respecto a las condiciones de vida de la población migrante, desde nuestro ámbito, debemos tener una postura con respecto al impacto de salud y el costo que representa el que tengan malas condiciones de trabajo, de vivienda, de transporte”, concluye.
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Para tener en cuenta
Derechos en salud para migrantes en Chile
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