Vivir en pandemia: ¿Cómo nos ha cambiado la vida el COVID-19?

16518

Por: Daniela Zúñiga R.

La pandemia por COVID-19 ha golpeado con fuerza al mundo entero, sin importar si se trata de una gran potencia o de un país en desarrollo, al tratarse de un virus desconocido, pero con gran potencial de contagiosidad y letalidad. Tanto la comunidad científica, como los líderes políticos y los ciudadanos han tenido que aprender a enfrentar esta crisis y tomar medidas para cuidar la salud de todos y todas. Así es como los gobiernos se vieron forzados a tomar decisiones drásticas para evitar la mayor propagación del mismo y el colapso de la red sanitaria. En nuestro país, se decretó estado de excepción constitucional de Catástrofe y las principales medidas tuvieron que ver con el establecimiento de toque de queda, cordones sanitarios, cuarentenas, suspensión de clases, cierre de cines, teatros, restorantes, pubs, discotecas, gimnasios, prohibición de eventos masivos, uso obligatorio de mascarillas en lugares públicos, entre otras, algunas de las cuales se han ido flexibilizando, de acuerdo al Plan Paso a Paso, pero sin volver a la normalidad que solíamos conocer.

También, tanto en el sector público como en el privado se comenzó a implementar el teletrabajo, para quienes tenían la opción de hacerlo, primero para disminuir la circulación de personas y, por consiguiente, del virus, y luego por el establecimiento de cuarentenas que sólo permitían el trabajo presencial de quienes realizaban labores esenciales.

“Una gran enseñanza es que aprendamos a disfrutar lo máximo posible a nuestros seres queridos, porque eso no siempre va a ser posible”

Dra. Josefina Huneeus

Psiquiatra e integrante Comisión de Salud Mental Colmed

De esta forma, la vida cotidiana de los millones de chilenos cambió radicalmente, al no poder visitar a sus adultos mayores, al tener restricciones de traslado, al compatibilizar las labores de enseñanza, quehaceres del hogar y trabajo dentro de sus casas, al ver suspendidos sus contratos o perder sus trabajos, incluso al tener que dejar de saludarse de la mano, besos o abrazos como antes. Esta nueva realidad, con la que hemos tenido que aprender a convivir, ha tenido consecuencias más allá de lo sanitario, transformando hábitos y comportamientos cotidianos de las personas.

El estudio “Impacto psicosocial de COVID-19 Chile”, que es parte de un esfuerzo regional en conjunto con Argentina y Bolivia y realizado en nuestro país por la Universidad de O’Higgins, con el apoyo del Ministerio de Salud, aborda las percepciones respecto a la pandemia, y sus consecuencias en la salud mental, situación socioeconómica y en la vida cotidiana. De acuerdo a la información que se recopiló mediante una encuesta online realizada entre el 11 de abril y el 23 de junio de 2020 y respondida por 3.104 personas mayores de edad, de las 16 regiones del país, en materia laboral, el 21% de las y los trabajadores dependientes tuvieron un cambio en su contrato, de los cuales, el 20% fue despedido, el 18% suspendido y el resto sufrió modificaciones de otro tipo. Además, el 57,1% tuvo algún grado de reducción de ingresos y el 56,3% comenzó a realizar teletrabajo.

En cuanto a la salud física y mental, el 70% señaló estar durmiendo peor o mucho peor y el 28,8% dijo percibir su salud peor que antes de la pandemia, a lo que se suma que el 42,6% de quienes estaban en tratamiento médico, lo suspendió total o parcialmente y que el 69,9% tenía algún indicador de malestar psicológico de acuerdo a la escala K-10 de Kessler.

No obstante, no todo apunta a resultados negativos. El estudio también indica que el 56,4% sentía que estaba contribuyendo a detener al coronavirus; el 45,5% valoraba tener más tiempo en familia; el 19,8%, no tener que perder tiempo viajando al trabajo; y el 37, 9%, contar con más tiempo para tareas domésticas o para dormir (15,6%).

Para el sociólogo, académico de la Escuela de Antropología de la Universidad Católica de Chile y doctor en sociología visual de la Goldsmiths College, Felipe Palma, la pandemia llegó en un momento particular de crisis política en el país y dejó aún más en evidencia las grietas de nuestro sistema social. “Por un lado, se ponen de manifiesto los conflictos intra-sociales expresados en el acceso a la salud, la distribución económica y las desigualdades propias de Chile, pero por otro, la relación de nuestra sociedad como conjunto y el entorno natural en el que habitamos”, explica.

En esta línea, el experto detalla que las consecuencias de este confinamiento han sido diferentes dentro de la sociedad, debido a la necesaria “digitalización” que ha conllevado el encierro, “ya que en ella no solo los recursos económicos se distribuyen desigualmente, sino que también el acceso a este nuevo mundo virtual. Esto se conoce como brecha digital, donde quienes poseen mayores recursos tienen mayor accesibilidad (a la red, a computadores y a un espacio dentro del hogar), quedando los menos beneficiados al margen de este giro o cambio forzoso”. No obstante, agrega que “esto no solo es válido para ese ámbito, sino que profundiza la segregación en cuanto a acceso a la salud, a los recursos económicos o a las desigualdades de género, viendo a las poblaciones más vulnerables afectadas en mayor medida por la crisis sanitaria y sus consecuencias”.

Respecto a los impactos más a nivel personal, la psiquiatra y miembro de la Comisión de Salud Mental del Colegio Médico de Chile, Dra. Josefina Huneeus, señala que “el distanciamiento social ha sido uno de los cambios mas difíciles de incorporar en nuestro día a día. El no poder tener contacto físico, abrazarnos, expresarnos afectos”. A esto se suma que “la pandemia trae asociados distintos problemas, uno de ellos es el temor a morir o que fallezca algun familiar cercano o amigo. Otro, es el confinamiento, ya por la extensión y características de éste (de inicio súbito, si se incumple puede traer consecuencias fatales para ti o tus seres queridos). Todos estos problemas pueden producir efectos, los cuales ya estamos viendo hace un par de meses. La ansiedad y angustia es lo más frecuente, eso puede traer asociado problemas para dormir o para comer, entre otros. Cuando el estrés o el cansancio se perpetúa, pueden aparecer síntomas depresivos, como ánimo bajo, perder el interés por las cosas que habitualmente se disfrutaban, entre otros”.

Igualmente, la profesional refiere que “este nivel de incertidumbre que hemos vivenciado durante esta pandemia, no es cualquiera. De un día para otro, nos cambió la forma de vida, de trabajo, de estudio, de relacionarnos, apareció una amenaza que puede comprometer nuestra vida y la de otros. Esto genera mucha ansiedad, angustia o preocupación excesiva, que en la medida que se perpetúa, o se extiende a todos los ámbitos de la vida, como ocurre en este caso, puede llegar a niveles patológicos, produciendo trastornos de ansiedad, entre otros.”

Comunicación de riesgos: El error de la “Nueva normalidad”

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, la comunicación de riesgos es una acción esencial para salvar vidas en situaciones de emergencias de salud pública, ya que permite a las personas tomar decisiones sobre cómo proteger su salud de manera informada y responsable. Por eso, lo que transmiten autoridades, líderes de opinión y medios de comunicación masivos, es vital.

Entendiendo la relevancia de la materia, el Monitoreo Nacional de Síntomas y Prácticas COVID-19 en Chile (MOVID-19), realizado por la Escuela de Salud Pública de la U. de Chile y el Colegio Médico, con la Facultad de Psicología de la U. Diego Portales como institución asociada, dedicó su 7º informe a abordar la respuesta de la ciudadanía a distintos mensajes de las autoridades, en base a las respuestas de 52.077 participantes, a lo largo de doce semanas. El estudio reveló que las salidas a recrearse fueron mayores entre el 16 y el 30 de abril, lo que “se corresponde con el llamado a volver a una ‘nueva normalidad’: el 17 de abril el gobierno publica el instructivo de “Retorno Seguro” para funcionarios públicos, el 20 de abril la Subsecretaria Daza indica que probablemente resulte posible juntarse a tomar un café con amigos y el 30 de abril el Alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín, vuelve a abrir el Centro Comercial Apumanque al público”. Lo preocupante es que esta tendencia se observó tanto en personas con y sin síntomas de enfermedades compatibles con coronavirus, por lo que significó exponer de manera innecesaria a la ciudadanía.

El sociólogo Felipe Palma hace hincapié en que “los mensajes entregados por las autoridades y líderes de opinión cumplen– o más bien debieran cumplir –un rol central, permitiendo a los distintos grupos, sectores y poblaciones organizarse en torno a principios comunes, fortaleciendo la experiencia de ser un conjunto, y que solo la acción coordinada y aceptada por todos permitirá superar esta crisis sanitaria. El poseer un Estado débil y un modelo de sociedad liberal, donde son las acciones individuales las que garantizan el éxito personal, ha dificultado el manejo colectivo de la pandemia. Si a esto le sumamos la escasa legitimidad de las autoridades políticas y su guía bastante errática en términos comunicacionales, vemos una sociedad que está confundida en cómo resolver este problema de manera colectiva”.

Por su parte, la psiquiatra Josefina Huneeus agrega que “los mensajes y la forma de comunicar son muy relevantes para enfrentar una crisis tan grande como ésta. Los líderes deben transmitir tranquilidad y algunas certezas que sí puedan garantizar. Ante tanta incertidumbre, algunas certezas son necesarias. También es importante hablar con la verdad y dar a conocer lo que realmente está ocurriendo”.

“Si bien las pandemias son un riesgo efectivo, han gatillado la modernización de las instituciones e infraestructura sanitaria para lidiar con crisis futuras”

Felipe Palma

Sociólogo y académico Escuela Antropología UC

Cuidar a los que cuidan

Los trabajadores de la salud no han estado ajenos a los cambios que ha traído esta pandemia a nivel social y personal, pero, en su caso, la situación se ha visto agravada por la naturaleza de su trabajo, viéndose, muchas veces, obligados a estar en contacto con pacientes contagiados o con el riesgo latente de aquello, además de una gran sobrecarga laboral, producto del aumento de la demanda asistencial, y el tener que lidiar con el drama humano de la pandemia, que ha dejado un gran número de fallecidos, lo que les ha generado altos niveles de estrés.

Considerando la abundante evidencia científica sobre los riesgos que genera esta presión en contexto de pandemia, surge “COVID-19 Health Care Workers Study” una colaboración internacional que reúne a 30 países y que en Chile está a cargo de la Escuela de Salud Pública de la U. de Chile, la Escuela de Medicina de la PUC, la U. Central de Chile, la U. de O´Higgins y el Colegio Médico, que busca evaluar los impactos de la crisis sanitaria en la salud mental de los trabajadores de la salud y proponer cursos de acción abordarlos de la mejor forma.

Mediante un cuestionario online construido por un comité de expertos internacionales y basado en instrumentos cuyas propiedades psicométricas son conocidas, aplicado entre el 19 de mayo y el 2 de julio, y respondido por 954 personas de 36 centros de salud, se han obtenido relevantes y preocupantes datos: el 31,4% de la muestra estudiada presenta síntomas depresivos de carácter moderado a grave, que es casi el doble de lo encontrado en otro estudio en Chile, previo a la pandemia (basado en el puntaje del PHQ-9). Los síntomas reportados más frecuentemente fueron alteraciones del apetito (38,6%), alteraciones del sueño (32,7%), falta de energía y cansancio (37,3%), problemas para concentrarse (19,0%), y pérdida del interés y anhedonia (16,3%).

Asimismo, el 10,1% de los encuestados ha tenido o tiene ideas de muerte, es decir, que ha deseado estar muerto/a o irse a dormir y no despertar durante las últimas dos semanas; y un 1,3%, ideación suicida. Sobre este punto, el reporte señala que “se observa que aspectos ligados al ambiente laboral podrían jugar un rol en la salud mental de los trabajadores de la salud y particularmente en la presencia de ideas de muerte. Entre ellas destaca la percepción de insuficiencia de EEP y/o de discriminación de la comunidad a profesionales de la salud que se encuentran en contacto directo con el Covid-19”.

Estos resultados dejan en evidencia el alto nivel de estrés al que están sometidos los trabajadores de la salud y los efectos negativos que está provocando en su salud y que podrían prolongarse mediano y largo plazo. Es por ello que los investigadores hacen un llamado de atención y consideran “fundamental el desarrollo de acciones que protejan la salud mental de los trabajadores, desarrollando o fortaleciendo programas en en el lugar de trabajo y el ámbito territorial, que entreguen el apoyo psicológico y médico a quienes lo necesiten”.

La Dra. Josefina Huneeus añade que “lo mas importante es que puedan tener garantizadas sus necesidades más básicas: tiempo de descanso, alimentarse bien, no hacer exceso de turnos, buen ambiente laboral, apoyo de la jefatura en caso de presentar dificultades personales o familiares. Estos elementos son la base para el cuidado y resguardo de su salud mental. La gran lección que debiera dejarnos esta pandemia, es que debemos avanzar en el desarrollo de instancias institucionales que promuevan el bienestar en el personal de salud, en donde el rol de las jefaturas es importante, así como también lo es el autocuidado”.

Lecciones de una pandemia

A lo largo de la historia, las pandemias han acelerado cambios en las sociedades, no sólo en términos sanitarios y de conductas individuales, también a nivel de la institucionalidad de salud. “Lo central es que estas pandemias obligan a reorganizarse como conjunto, ideando estrategias y mecanismos de prevención, administración y control de lo sanitario. En Chile, por ejemplo, podemos ver que las pandemias de principio del siglo XX (cólera y gripe española) llevaron al fortalecimiento de las instituciones de salubridad pública e incentivaron la expansión de la red de alcantarillado de Santiago, entre otras medidas. Si bien las pandemias son un riesgo efectivo, han gatillado la modernización de las instituciones e infraestructura sanitaria, tanto en recursos de prevención y contención para lidiar con crisis futuras”, relata el sociólogo Felipe Palma.

Asimismo, considera que hay otros cambios que deberían mantenerse. “En primer lugar, el espacio público se ha visto alterado en las comunas que están en fase de transición, como con la expansión de los restaurantes hacia la calle, disputándole el espacio a los automóviles por parte de las personas de a pie. Sin duda éste ha sido un logro inesperado que debiéramos mantener: construir y diseñar una ciudad para las personas, disminuyendo la excesiva preponderancia del automóvil. En este sentido, la redefinición del uso del espacio público por razones sanitarias es un beneficio que puede exceder la crisis sanitaria en post de una mejor ciudad para todos”.

Y a nivel personal, en nuestra manera de relacionarnos y afrontar la vida, la Dra. Huneeus señala que “como toda crisis, que pone en riesgo nuestra vida y la de nuestros seres queridos, lo primero es tomarle el peso a mantener un buen estado de salud, ya que hemos visto que las personas con patologías crónicas, tienen mayor riesgo de agravarse por la enfermedad, y de fallecer. Otra gran enseñanza es el valor de nuestras relaciones interpersonales, de mantener vínculos estrechos con los que queremos, que aprendamos a disfrutar lo máximo posible a nuestros seres queridos, porque eso no siempre va a ser posible, y ahora que hemos estado mas aislados, nos ha hecho mucha falta”.