Vocación Pública: “Me gratifica enormemente cambiar la vida de las personas”

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El doctor Guillermo Mac Millan, en medio de los tabúes y las restricciones de la dictadura militar, decidió -a mediados de los 70- realizar operaciones para adecuar el sexo físico de las personas al sicológico. Una decisión visionaria, pero que tuvo que hacer de forma silenciosa para poder llevarla a cabo en el hospital de su vida, el Carlos Van Buren de Valparaíso. Luego de cerca de 40 años -en los que intervino a más de 700 pacientes-, ha comenzado el proceso de retiro.

Por Patricio Cofré A.

Al doctor Guillermo Mac Millan no le gusta hablar de detalles, ni menos de dificultades. Prefiere no mencionar las historias que más le han impactado y solo esboza las grandes incomodidades y ataques que debió resistir por realizar un tipo de intervenciones quirúrgicas, de forma pionera y en medio del tabú y el prejuicio, varias décadas antes de que se comprendiera su relevancia.

A sus 78 años, ha comenzado el camino del retiro. En mayo dejó la jefatura del servicio de Urología del Hospital Carlos Van Buren de Valparaíso, después de cerca de 3 décadas en el cargo y más de 40 años en total en ese centro asistencial. A fin de año, además, terminará sus funciones en el área de trasplantes, con lo que se cerrará definitivamente su historia en el recinto porteño.

Fue precisamente desde esa plataforma donde se transformó en un ícono de la inclusión y la diversidad sexual. Pese al rol histórico que jugó, reconoce que era un logro que no estaba entre sus planes: “yo no pretendía ser reconocido por ser el doctor que operaba a personas trans”, dice.

El profesional, que hoy también atiende en una consulta privada en Viña del Mar para continuar con su labor, aclara con fuerza y varias veces durante la entrevista uno de los mayores aprendizajes que obtuvo con la experiencia. “Yo no cambio el sexo, eso esta en la cabeza, en la psiquis, eso es imposible de corregir. La única manera de ayudarlos es corrigiendo el físico a esa realidad”, explica.

En la década de los 60, estudió en la Universidad de Chile, se especializó en el Hospital Barros Luco y participó en trasplantes de riñón en los primeros procedimientos del país. Esto, en el marco de las operaciones que encabezó el doctor Jorge Kaplán para trasplantes de corazón. Allí, el fallecido ex alcalde de Viña del Mar, lo convocó a su equipo con el fin de rescatar otros órganos, para no perderlos y darles un uso para que se pudieran salvar las vidas de otras personas.

Su inicio en las genitoplastías fue más bien casual. A mediados de los 70, una paciente suya llegó con una sentida petición. Su hija requería el procedimiento y el doctor aceptó en medio de trabas burocráticas, los cuestionamientos éticos y morales y con un entorno marcado por la dictadura del General Pinochet.

Su trabajo no se detuvo y desde 1976 al 2019, fueron casi 700 los pacientes a los que les realizó el procedimiento. Pero con el regreso a la democracia, la situación no fue muy distinta y le pidieron que no se diera a conocer su trabajo, es decir, que lo hiciera, pero “sin hacer ruido”, recuerda. Hoy, asegura que le sorprende que existan proyectos de ley en favor de las personas transexuales, que las operaciones para personas cada vez más jóvenes, lo mismo que, a la vez, lo entusiasma.

Pero luego de casi medio siglo en el sector público, también tiene una mirada sin tapujos y bastante dura de la realidad del sistema sanitario y del hospital que fue su segundo hogar.

– Comenzó con estas operaciones en una época muy difícil para la diversidad sexual…

Empecé hace 43 o 44 años porque me enfrenté a una transexual y pensé que con la cirugía que la persona necesitaba, uno podía beneficiarla, satisfacer un requerimiento muy importante para ella. Pero rápidamente entendimos que era muy fundamental, prácticamente vital, y que producía un cambio permanente y definitivo muy favorable para su vida.

– Es una demanda sumamente personal

Así es, empezamos a darnos cuenta que no es posible cambiar el sexo ni con cirugías, ni con hormonas, ni con sicoterapia. En estas personas, el sexo esta cambiado en el cerebro y después de los 4 ó 5 años, cuando está fijo, los especialistas han indicado que no se puede cambiar. En transexuales, la experiencia de los últimos 80 años ha demostrado que, si uno como médico los apoya a que modifiquen su cuerpo en relación de su sexo sicológico, logran hacer una vida razonablemente satisfactoria.

– Es una situación muy compleja

Es muy penosa para ellos y para sus familias. Uno se va convenciendo. Hace 20 años, a los trans de origen socioeconómico bajo los echaban de sus casas. Hace 30 años atrás el porcentaje de prostitución era muy alto, sobre el 50%. Hace 30 años alguien que había empezado a tomar hormonas a los 25 años, era muy evidente y empezaban a generar prejuicios y rechazos. Hoy, con apoyo y comprensión, pueden desarrollarse, trabajar, estudiar. El paciente transgénero que recibe tratamiento se nota muy poco.

– ¿Le tocó vivir discriminación o efectos personales?

Los colegas me decían por favor no traigas a tus pacientes a la sala de espera. Hace 25 años un hombre que llegaba vestido de mujer significaba SIDA. En 1992 presenté la problemática al Comité de Ética del hospital y luego de revisar la experiencia internacional acordaron que era un acto médico, pero que no debía afectar la imagen del hospital, por lo que tenía que hacerlo sin que lo supiera nadie. Todavía tengo dificultades para hacer las operaciones en clínicas privadas que no aceptan este tipo de pacientes. Esa era la visión del país y por suerte ha cambiado.

– También ha sido duro para usted…

Ya no se me considera un delincuente, pero todavía es mal visto por un porcentaje importante, a los que no les parece razonable que se destruya un órgano sano y funcional para transformarlo en otro. Eso es solo porque entendemos el fondo para ayudar a la persona. Tuve la suerte que me apoyó el jefe de servicio en plena dictadura, si no quizás no lo hubiera podido hacer. A mis hijos le hicieron bullying porque les decían que yo “operaba a maricones”.

– ¿Cuánto ha cambiado la situación en todo este tiempo?

Cada vez me entusiasma más operar a jóvenes o a adolescentes transexuales con padre y madre que los apoyan y quieren. Nunca creí que iba a ver una ley que reconociera a los trans. Los próximos pacientes míos, no serán Pedro que quiere ser María, si no una María con carnet de mujer que quiere corregir sus genitales luego de haber obtenido sus documentos legales. Cuando se hace el tránsito en educación secundaria y superior, el resultado es que pueden seguir vidas muy normales.

-Luego de cerca de 45 años dedicado a esto, ¿Cuál es la evaluación que hace?

Dentro de las cosas que yo he hecho, creo que se destacan las cirugías de trasplante, de cáncer, pero más allá de eso, me gratifica enormemente cambiar la vida de las personas con una operación -que es de bajo costo- para los transexuales. Hemos tenido dificultades importantes en periodos donde autoridades me han prohibido hacer la cirugía y yo he esperado, pero no esperaba destacar por esto.

“Uno termina un poco frustrado”

Luego de dejar su trabajo en el servicio de urología, en diciembre culminará sus servicios en trasplantes. Tras casi 55 años, dejará definitivamente el sistema público. Pese al cariño y vocación con su histórico espacio de trabajo, su visión es muy crítica con respecto a lo que ocurre a lo largo del país. “Para mí, desde joven, no había otra opción que el trabajo médico hospitalario. Es mi trabajo más importante”, cuenta el académico, ex presidente de la Sociedad Chilena de Urología e hijo ilustre de Valparaíso.

– ¿Cuál es la mirada que tiene de la profesión?

Estudié medicina sin pagar nada. De otra forma, la situación económica de mi familia no me lo hubiera permitido, porque era muy precaria. Uno siente un compromiso de devolverle a la sociedad lo que le ha dado. Recuerdo que el discurso inaugural de recepción de la carrera, el director nos dijo “todos ustedes se han ganado el gordo de la lotería”. No lo entendí en ese momento, pero es un regalo poder tener esta profesión y lo más importante para mí es resolver los problemas de las personas. Ese es el sentido de mi vida. Además, la medicina tiene un campo infinito de posibilidades para el desarrollo de cualquier actividad, desde lo administrativo, la investigación, la educación, la cirugía.

– Usted lleva más de medio siglo en el sector público. ¿Cuál es la evaluación que hace hoy de él?

Desgraciadamente está desfinanciado y poco eficiente, pero en el sistema público es el espacio más gratificante. Ahí uno puede ayudar a las personas más necesitadas, entender lo que es la pobreza, al paciente postergado, tramitado, que tiene que pedir permiso para ir al doctor.

– ¿Qué le parece el momento que vive el sistema en general?

Las personas tienen derecho a satisfacer todas sus necesidades de salud y es muy frustraste no hacerlo en los tiempos adecuados. Para mí ha sido muy gratificante la actividad hospitalaria y docente y formar urólogos, uno por año durante los últimos 40 años. Al final de mi retiro es un poquito triste porque hay menos eficiencia y no es tan resolutivo. Siempre he sentido un compromiso de la salud pública, es penoso la gente se hospitaliza en sillas. Que, si bien en equipamiento ha ido mejorando y la tecnología, las necesidades han aumentado mucho más.

-El Hospital Van Buren esta en una profunda crisis. ¿Cómo la vivió?

A todo el servicio de salud deberían darles mucho más dinero del PIB, es la única manera de mejorar su rendimiento. Debería poder operarse todo el día en los hospitales, tal como en las clínicas, pero para eso faltan médicos, auxiliares, camas. La capacidad quirúrgica disminuyó en un 50% en los últimos años.

– Es un escenario complejo el que se ha vivido…

De los 2 pabellones asignados diarios, ahora hay uno. Si yo recibía a una persona incontinencia urinaria invalidante, no teníamos ninguna posibilidad de atenderla antes de 2 años. Teníamos suficientes médicos, pero no horas quirúrgicas. Por otra parte, la atención de urgencia es muy penosa.

– ¿Cómo espera que se refleje su legado en las cirugías trans?

Hemos formado a otras personas para que trabajen en este tipo de intervenciones y ellos tienen que dar su batalla por su cuenta. No tengo el poder para ampliar recursos, pero ellos tienen que dar la pelea y lo están haciendo. Actualmente sigue siendo mal entendido este tema, pero creo que hubo un cambio sin retorno. La ley permite que una persona cambie sus documentos y se reconoce el concepto que el sexo cerebral manda. Entonces ahora la salud estatal debe apoyarlos desde el campo médico y financiar los tratamientos.