Dr. Hernán Brito Barrueto: Un médico con vocación de servicio

1963

Tras cumplir 91 años en septiembre de este año, su familia ha querido rendirle un homenaje a través de estas sentidas líneas a quien dedidcara más de 60 años de su vida al ejercicio de la medicina y el servicio público en la región de Valparaíso.

Por: Familia Brito Pumarino

Hijo de Marcos Brito Novoa y Sara Barrueto, nació el 7 de septiembre de 1929, en Los Ángeles, y fue el mayor de seis hermanos. Permaneció siempre en su ciudad natal, donde estuvo rodeado de campo, animales y naturaleza y estudió en el Colegio Alemán, perteneciendo a una de las primeras generaciones de ese establecimiento.

Desde joven mostró su vocación de servicio, muy influenciada por su padre: médico cirujano, poeta e Intendente de la región del Bíobío. Su familia pertenecía al mundo agrícola, por lo que dudó si estudiar Ingeniería o medicina. Finalmente, optó por lo primero, a petición su abuelo y padre. Pero luego de un tiempo entró a estudiar medicina en Concepción. En esa época, solo los primeros dos años se impartían allí y luego debía continuar en la Universidad de Chile. Desde muy joven compatibilizó estudios y trabajo y al llegar a la capital, postuló como inspector del Instituto Barros Arana, donde quedó al cuidado de los internos. Allí, se ganó el apodo de “inspector serrucho”, posiblemente por su actuar con la rectitud y ética que siempre ha tenido, aunque siempre fue recordado con mucho cariño.

Siguió la especialidad de Pediatría, donde fue designado al Hospital de Buin, donde nunca pudo llegar ya que padeció tifus. La terminó en el Hospital Calvo Mackenna, teniendo que devolver estos años en Viña del Mar. Allí estaría un tiempo determinado, sin embargo, conoció a la que sería su esposa, María Teresa, por lo que se radicó allí. Su futuro suegro, el Dr. René Pumarino, trabajaba como Jefe de Maternidad en el Hospital Dr. Gustavo Fricke, donde él estaba como residente, y lo invitó a una fiesta donde la conoció, iniciando así la historia de una gran familia. Hoy, el “tata” y la “nane”, como los llaman con cariño, suman 59 años de matrimonio, 4 hijos y 17 nietos.

Su vida de marido, padre, médico y abuelo se vio marcada por una verdadera vocación de familia y sentido de servicio público. Destacado médico, con una gran formación científica y una gran experiencia, ejerció hasta los 89 años. Se desempeñó en el Hospital Dr. Gustavo Fricke, la Caja Médica del Banco del Estado y Servicio de Salud Viña del Mar-Quillota. Si bien, los últimos 15 años no atendió a pacientes, nunca se desvinculó del servicio público de salud, donde recibió más de un reconocimiento por sus más de 60 años de profesión activa. Un sello que marcó su vida fue su carácter cristiano, la humildad silenciosa y una gran sencillez, lo que nunca lo hizo perder el horizonte en que Dios guió su vida tanto en lo personal como profesional.

Esta vocación de servicio lo llevó a atender durante muchos sábados, de forma voluntaria en la población Santa Inés, junto al Padre Hervè Abjean, a niños y, a veces, adultos.

Una “anécdota” que refleja su gran experiencia y “ojo clínico”, ocurrió con el hijo de una amiga de la familia. Tras un encuentro de apenas unos minutos, notó en su mirada que algo no andaba bien y se lo comentó. La madre decidió ahondar más y, finalmente, se diagnosticó que su hígado no funcionaba bien, lo que permitió iniciar un tratamiento.

Su gran empatía y sabiduría, lo hacía generar mucha confianza en sus pacientes, por lo que fue el médico de cabecera de varias familias y traspasó generaciones. Incluso, quienes se iban de la ciudad, mantenían el contacto con él, para contar con el consejo de don Hernán. 

Hoy, a sus 91 años, sigue viviendo en Viña del Mar junto a la Tere, su compañera de vida. Su legado como médico quedará impregnado en las historias de muchos pacientes, en su familia y, especialmente, en sus nietos Gabriela Bofill Brito y Lucas Tortello Brito, que decidieron continuar con su legado en el estudio de la medicina.