Dr. Álvaro Yáñez del Villar
En Abril de este año, el Dr. Patricio Meza, Presidente del COLMED, recibió en préstamo un paquete con cerca de 60 fotos, tomadas a promociones de estudiantes y docentes en la vieja Escuela de Medicina de la Universidad de Chile y posiblemente en el Hospital San Vicente. La persona que envió las fotos era descendiente de quienes administraron el Casino de dicha Escuela en el siglo pasado. Dada mi condición de miembro de la Agrupación de Médicos Mayores, me solicitaron identificar algunas de las personas retratadas.
Muchas de las fotos tenían como fondo el frontis de la vieja Escuela. Por tanto, debían ser de antes de 1948, año en que ésta se quemó.
Gracias a la escueta información escrita en unas pocas fotos, me fue posible colegir que las más recientes fueron tomadas a comienzo de los años sesenta del siglo pasado y la mayoría, en las dos o tres décadas anteriores.
Las fotos muestran personas jóvenes, estudiantes de medicina, con franco predominio masculino, prueba de las restricciones que la Facultad ponía al ingreso de mujeres. Ellas se ven de muy buena presencia, vestidas a la moda de la época, luciendo varias pequeños sombreros. Posiblemente, la mayoría eran Santiaguinas y de niveles socio-económicos altos. Los hombres, aunque también jóvenes, se ven más maduros que los actuales estudiantes de Medicina. Se ven serios y formales, todos de terno y corbata. Muchos pueden haber llegado de provincia y con su variedad de aspecto físico, las fotos constituyen una muestra representativa de la población nacional, que ya en esa época accedía a la educación superior. Pero igual que sus compañeras, se nota en su actitud, su determinación y conciencia de formar un grupo que estudia una profesión trascendental.
Me intrigaron algunas fotos tomadas a personas disfrazadas, hasta que recordé las circunstancias en que seguramente fueron tomadas. Cursaba el primer año de la carrera, en 1948, cuando el Centro de estudiantes, con motivo de las fiestas de la Primavera, organizó un baile de disfraces. Se autorizó su realización en el Casino o Restaurante de la Escuela, un local de reciente construcción en esa época, ubicado en un espacio disponible, al lado sur del edificio de la Escuela. Era un edificio simple, de una sola planta, con un espacio amplio, ventanales que miraban al jardín de acceso de la Escuela y hacia la calle Independencia, con amplias dependencias posteriores para la cocina y bodegas.
El baile fue autorizado para un fin de semana, y como lo muestran las fotos, contó con una animada participación de alumnos y alumnas de cursos superiores, personas que llevaban años de estrecha convivencia social. No fue el caso de nuestra promoción, los “cabros chicos”, con escasa relación con el alumnado más antiguo y además enfrentando el temible fin el año escolar, con acumulación de pruebas y exámenes.
Pero este episodio relacionado con el Casino, me trajo un recuerdo de gran carga emocional y afectiva para muchas promociones de médicos formados en la Escuela de Medicina de la U. de Chile.
Al construirse la Escuela a fines del siglo XIX y comenzar a funcionar como único establecimiento que enseñaba Medicina, los alumnos tenían que salir, cruzar la calle Panteón, hoy Zañartu, para comer o beber algo en alguno de los negocios instalados en ese sector, el más famoso de los cuales era el mítico “Quita Penas”.
Pero uno de esos establecimientos comenzó a ganar las preferencias de la clientela estudiantil, caracterizado por su buena atención, trato afable y confianza. Era atendido por un señor, creo de apellido Quiroz, su esposa y dos hijas.
En virtud de esta buena relación, posiblemente en los años veinte del siglo pasado, comenzó a funcionar un Casino que quedó a cargo de las hijas del Sr. Quiroz, las amorosas Laurita y Lucita, muchachas de buena presencia, muy buen y correcto trato. La presencia y recuerdo cariñoso marcaron a numerosas generaciones de estudiantes de Medicina durante gran parte del siglo XX. Prueba de ello es esta anécdota personal, cuando como alumno de primer año de Medicina, la Sra. supo mi apellido, me dijo “¿no será hijo del Dr. Yañez? Y ante mi respuesta afirmativa, me entregó un simpático y elogioso recuerdo de mi padre, que ella había conocido como alumno.
Creo que muchos médicos mayores tenemos un grato recuerdo de nuestro paso por la Escuela de Medicina, del cual forma parte el aporte gentil, cariñoso y generosa contribución al bienestar estudiantil brindado por Laurita y Lucita.
En relación a lo anterior, sería un aporte a la historia de nuestra profesión y al recuerdo de quienes dedicaron su vida a la práctica de la Medicina, crear un archivo fotográfico en las Agrupaciones de Médicos Mayores, recibiendo en su organización las fotos que han dejado nuestros colegas, si es posible con la información cronológica y biográfica que se pueda recoger.