Dr. Óscar Román A. Observador
En un artículo reciente, el filósofo y pensador Noah Harari, se refirió a la importancia de la información digital en relación al poder político, y por tanto, a la “democracia”. Señala que la democracia garantiza el libre flujo de información, mientras que las dictaduras restringen la libertad de información y expresión de las ideas. La disponibilidad de datos mediante la inteligencia artificial puede llevar a una vigilancia intensa de la ciudadanía con respecto a alguna problemática, socavando la democracia, pero donde ello se produzca, debe a la vez, como contrapartida, aumentar la vigilancia al gobierno, agrega el filósofo.
Estas ideas me hicieron recordar aquello que con algunos colegas habíamos planteado en un libro reciente “El mundo real y la inteligencia artificial”, en el que planteábamos que la inteligencia artificial se ha constituido en un “nuevo poder” en el mundo respecto a los aspectos éticos, geo-políticos y económicos de los estados en el mundo actual. Se ha señalado que la conectividad entre las personas provocada por esta tecnología ha permitido que la estructura social cerrada se haya transformado en abierta, permitiendo que la difusión de las ideas y los movimientos sociales se difundan libremente en el mundo.
Decíamos también que estas nuevas plataformas digitales, como son Google o Facebook, adquirieron un poder que podía ser peligroso, en aristas relacionadas con el poder político y social, y por tanto, con la democracia.
Al respecto, Harari señala que el punto clave es evitar que los datos sean concentrados en manos de pocas organizaciones poderosas, Estados o corporaciones. Esta tecnología puede manipular a la gente sin que ésta sea consciente de eso. Ello puede ser la carretera al totalitarismo digital. Pero es preciso imaginar mejores escenarios, pues la vigilancia moderna podría ser usada no para seguir a los ciudadanos de un país, sino para seguir al gobierno y asegurarnos que no haya corrupción, por ejemplo.
En resumen, pensamos que el desafío mayor sede el punto de vista ético y político, es que la Inteligencia artificial debe ser confiable y responsable en sus acciones, con sistemas seguros, no afectos a Hackeo, inclusivos, transparentes y responsables.