Entre genialidad, charlatanería y guerras
Dr. Felipe Quiñones F., Director Sociedad Chilena de la Historia de la Medicina.
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“Ahora es posible que se desate una hecatombe”, esta frase, cuyo autor es nada menos que el ingeniero mecánico y físico alemán, padre de la radiología Wilhelm Conrad Röntgen, es un ejemplo tácito de que lo representó para la sociedad del siglo XIX el descubrimiento y desarrollo de los rayos X.
Son pocos los descubrimientos en la historia de la humanidad que han generado tal nivel de revuelo, permitiendo, por un lado, en pocos años, significativos avances en el ámbito médico, científico y militar. Sin embargo, de una forma inusitada dado el halo de misterio que rodeó a este nuevo descubrimiento, permitió como efecto colateral el desarrollo de una cultura popular, con charlatanes, caricaturistas, comerciantes y los más diversos personajes, dentro de ellos el mismo Thomas A. Edison, quienes, dando rienda suelta a su imaginación, montaron ferias y espectáculos, otorgando propiedades místicas, hipnóticas, alquímicas y sobrehumanas a los también llamados rayos Röentgen. Se les dio usos al día de hoy tan impensados, como por el ejemplo utilizarlos como hipnóticos en sesiones de espiritismo, como un rayo transformador de metales comunes en oro, se creó el podoscopio para determinar cuan bien calzaba un zapato, masificando la frase publicitaria “ver es más confiable que sentir”; en los comics a Superman se le dio “visión de rayos X”, incluso en Estados Unidos en 1896 se presentó una ley para que los rayos X fueran prohibidos en los anteojos de ópera, entre otras muchas excentricidades.
Otros destacados personajes históricos contemporáneos le otorgaron rigor científico y, a la vez, un fuerte componente humanitario como John Hall Edwards, un destacado radiólogo británico, quien desarrolló la radiología militar durante la Guerra de los bóeres y en especial la hasta ahora única mujer ganadora de dos Premios Nobel, Marie Curie, quien, como directora del Servicio de Radiología de la Cruz Roja, fue la creadora de las primeras unidades de radiología móvil, los coches “petites Curie”, permitiendo que los cirujanos militares abandonaran la búsqueda de balas con bolas de porcelana salvando, según estimaciones, la vida de más de un millón de soldados.
Antes de 1897, con apenas un año tras su masificación, ya se habían escrito más mil ensayos sugiriendo distintos usos para la nueva tecnología. Antes de 1910, se introducirían los medios de contraste oral para visualización del tubo digestivo, siendo 1929 el año de inicio del cateterismo vascular, tras la auto experimentación del Dr. Werner Forssmann, quien logró visualizar el lado derecho de su corazón a través de su propia vena antecubital.
Hoy en día es común convivir con esta tecnología, ofrecida por un sin número de centros médicos imagenológicos. Sin embargo, la radiología es un tema inagotable. Hoy, la inteligencia artificial nos presenta enormes y nuevos desafíos. Aún no se logra vislumbrar cuál será su alcance, pero de lo que podemos estar seguros, es que será “una nueva hecatombe”.