Dr. Luis Vargas
Presidente Departamento de Trabajo Médico
Las agresiones hacia los funcionarios de salud se han vuelto cada vez más frecuentes. Ya sea por situaciones delictivas en el entorno o a la frustración generada por largas esperas. El problema es claro: el personal de salud enfrenta un aumento de ataques por parte de pacientes, familiares o incluso personas ajenas al sistema. Esto no solo pone en riesgo su integridad, sino también compromete la continuidad de la atención, generando limitaciones en los servicios y una mayor sobrecarga para las y los trabajadores de la salud.
Datos preliminares de la Encuesta sobre Violencia en Centros de Salud que hemos desarrollado desde el Departamento de Trabajo Médico, nos muestran que aproximadamente 1 de cada 4 colegas ha sido agredido de forma física y 2 de cada 3 de forma psicológica en su lugar de trabajo durante los últimos 12 meses. Una vez concretada la agresión, menos de la mitad activa el protocolo creado para estos fines y más del 90% continúa en forma inmediata con su labor asistencial, sin mayor espacio para procesar lo acontecido. Al preguntar sobre la percepción del protocolo de agresiones de su centro de salud, solo un 6% lo destaca como algo bueno.
Esta situación refleja una realidad que afecta de manera transversal a nuestros colegas, que tiende a ser normalizada y que actualmente cuenta con escasas soluciones concretas. Muchas veces, los mismos afectados minimizan estas situaciones, evitando acciones más firmes por la idea de que «deben aguantar» en ciertos contextos. Este problema global está estrechamente ligado a la creciente incapacidad de escuchar(nos) y dialogar a nivel nacional, al aumento de la delincuencia y al descontento generalizado que se extiende a todas las esferas de la sociedad. ¿Cómo avanzar entonces?
Se espera que la escala de riesgo elaborada por el Ministerio del Interior y las medidas especiales anunciadas por el Ministerio de Salud en puntos críticos realmente contribuyan a la seguridad del personal de salud. Las mesas regionales de trabajo deberían utilizar esta información para implementar medidas de contención efectivas, ofreciendo un espacio para compartir experiencias y enfrentar el problema de manera conjunta, destacando las buenas prácticas que obtengan resultados positivos. Además, campañas de comunicación claras y sanciones ejemplares para quienes agredan en los centros de salud deberían reforzar estos esfuerzos. Es fundamental reflexionar sobre por qué los colegas prefieren no activar los protocolos existentes y trabajar en simplificar los procesos de denuncia y asistencia.
Si no se actúa con la urgencia necesaria y el compromiso de todos, el resultado será el deterioro continuo de quienes trabajan diariamente al servicio de la comunidad. Esto conllevará un aumento en el ausentismo laboral, menor disposición para cubrir turnos y, en última instancia, más dificultades para los propios pacientes que demandan respuestas a sus necesidades.
La violencia contra los funcionarios de salud, lamentablemente, ya no es una novedad.