Dra. Bárbara Puga Larraín
Presidenta de Falmed
El ejercicio del trabajo médico ha evolucionado de manera significativa con el pasar de los años. Antes de la llegada a este nuevo siglo, ya se venía configurando un escenario nuevo cuya principal característica es ser una transformación que no se detiene. Y si bien conserva como cuerpo esencial la relación entre dos personas, el contexto social en que se desenvuelve es diferente, como consecuencia de los cambios económicos, tecnológicos, sociales y culturales de la sociedad en su conjunto y en particular del trabajo médico.
Las nuevas tecnologías, las exigencias de rendimiento en el uso de los recursos, las demandas sociales y los cambios simbólicos referidos a la salud y el rol de los profesionales, impone que quienes tenemos la opción de atender las necesidades de salud de la población seamos capaces de adecuarnos a esta nueva realidad y que mantengamos nuestro esfuerzo por responder con excelencia al desafío de atender la salud de la población. Esto, en primer lugar, implica que el largo aprendizaje y desarrollo de la relación médico paciente, cultivado en la tradición de nuestra profesión, mantenga sus bases de respeto y empatía, capaz de acoger las necesidades más íntimas de nuestros y nuestras pacientes y dar una respuesta pertinente. Eso implica recoger el nuevo contexto, donde estos mismos aspectos no sólo son una responsabilidad, sino que además son parte de una exigencia explícita e inevitable.
Así también, es importante considerar el estado actual del arte médico, los aspectos éticos y de seguridad del paciente, cautelar debidamente los impactos comunicacionales y políticos.
En resumen, una actitud de profundo respeto y dignidad, cuidadosa atención a los aspectos deontológicos y de calidad en la atención, conciencia de la necesidad de una relación de trabajo en equipo y mayor horizontalidad entre médicos, médicas y pacientes, son todos componentes de lo que hemos llamado una correcta Lex Artis. No hacerlo implica dejar de cumplir con nuestro juramento vocacional, descuidando la dignidad de los y las pacientes, lo cual además tendrá implicancias médico legales, de alto costo para cada colega y también, para el conjunto de nuestro cuerpo colegiado.
La Fundación, junto a su rol de acompañamiento de afiliados y afiliadas, ha sido enfática en destacar que nuestra mejor defensa y también nuestra mayor fuente de orgullo, es hacer “bien nuestro trabajo”. Esta tarea no es sólo una forma de referirnos a nuestro desempeño, sino que está explícito en normativas que son de gran ayuda para comprender de qué se trata esto: los estándares de la Acreditación en Calidad y la Ley de Deberes y Derechos, más nuestro propio Código de Ética, que sin duda dan cuerpo a este desafío de hacer “bien nuestro trabajo”.
El programa del curso Por una Medicina de Excelencia (PUME), con 31 versiones desde el 2013 a la fecha, se basa en los cuatro pilares que hemos mencionado y que corresponden a los reportajes incluidos en esta revista: ética, comunicación, derecho médico y lex artis; y seguridad del paciente. Su función principal y última es promover la buena práctica médica y secundariamente, lograr impactar sobre el fenómeno de la judicialización de la medicina, que representa una expresión de lo que buscamos evitar.