J. Alberto Estévez De Vidts
Cuando leí, en una carretera, “Ciudad limpia es la que no se ensucia” me hizo sentido, y así lo comenté con mis hijos, en esa época, pequeños.
Posteriormente, empecé a meditar y luego a averiguar, fue así como:
– Tomé conciencia de que, en Santiago de Chile, la restricción vehicular es en invierno y termina en primavera, porque la primavera es ventosa y lava el aire. O sea, Santiago se limpia aumentando al máximo el número de vehículos motorizados que circulan por la ciudad.
– En las comunas “ricas” cada ciudadano produce 11 veces más basura que en las pobres, pero se limpia más.
Posteriormente, como médico cirujano, medité acerca de si es posible nuestra vida sin “producir basura” y llegué a la conclusión de que la insuficiencia renal y pulmonar nos matan, porque no se limpia nuestro organismo.
En consecuencia, llegué a la conclusión que las ciudades limpias lo son porque se limpian, no porque no se ensucien.
Lo anterior no representa ningún conflicto educativo para con nuestras niñas y niños y nuestros conciudadanos respecto de la importancia de no ensuciar. Sin embargo, en mi opinión, hacer ver que las ciudades sucias lo son porque no se limpian, más que porque se ensucian y en nuestro Chile esa diferencia es fundamental, aunque no únicamente, por diferencias en la capacidad económica de las comunas.