Por Dr. Óscar Román A.
Nos ha abandonado André Barré, seudónimo del Dr. Alejandro Illanes, que tenía en nuestro medio médico la presunción respetable de ser un poeta:
«De pronto
La prosa del maestro
Vuela y canta
Se hace poesía».
Estrofa del último texto de poesías de Alejandro. Efectivamente hace más de dos décadas, él había sido el impulsor de un poemario realizado en el taller literario de los médicos mayores de nuestro Colegio. Luego apareció otro texto, hace una década, en que Alejandro se reveló con diversos poemas que eran expresión de sus sentimientos, añoranzas y buenos y malos tiempos que le tocó afrontar en su vida.
Efectivamente, Illanes fue reconocido por sus compañeros de la Escuela de Medicina como un poeta inédito, capaz de realzar alternativas vívidas de sus amigos y luego de los médicos que trabajaron con él, quienes le expresaron admiración, respeto y añoranzas por su cultura artística.
A diferencia de sus compañeros de la Escuela de Medicina, lo conocí ya formado como profesional y académico de la facultad de la Universidad de Chile. En el Hospital San Borja, como en otras dependencias de la universidad, realizaba docencia como profesor de fisiopatología, en la década de los 70. Como muchos otros colegas, por su idea doctrinaria del bien común y del apoyo a las clases necesitadas, el gobierno militar lo obligó a exiliarse, por lo que se asiló en Venezuela. Allí, durante varios años, impartió clases y realizó experiencias de investigación.
Casado con una colega, pudo tener años felices hasta su retorno al país.
Sus vivencias, su experiencia aceptada como un destierro injusto y su sentida ideología en pro de la felicidad del ser humano que irradiaba en sus poesías y prosa lo retrataban fielmente y eran el sustrato de cartas y artículos que han sido publicados en la revista del Colegio Médico. “La felicidad no se vende en ningún mercado”, “Carta abierta para Isabel Allende”, “¡Oh, Nicanor!”, han sido las expresiones de su espíritu poético y reflejan sus sentimientos más profundos.
En los últimos cinco años, una enfermedad crónica lo traicionó, pero mantuvo su asistencia a las reuniones que los médicos mayores efectuamos en nuestra casa de la Cultura del colegio.
Permaneció lúcido hasta pocos meses antes de su fallecimiento, enviando colaboraciones poéticas que van a hacer publicadas en conjunto con las de otros colegas.