Walter Elliot y Richard Williams: Los primeros médicos en tierras australes

34

Dr. Matías Vieira Guevara, Encargado Unidad de Patrimonio Cultural Servicio de Salud Magallanes.


 

El primer médico que marcó la historia de la salud en el sur de Chile fue el cirujano Walter Elliot, sobreviviente de la fragata Wager de la armada británica, que naufragó el 14 de mayo de 1741 en las islas del grupo Guayaneco, en la actual región de Aysén. Había formado parte de la flota a cargo de George Anson que zarpó en septiembre de 1740 desde Inglaterra para asediar las posesiones españolas del Pacífico. Amotinada la tripulación en tierra, fue abandonado -fiel a su capitán-, junto a unos pocos hombres, mientras los sublevados emprendían la fuga en una goleta hechiza, un cúter y un bote. Atendió a los náufragos por sus múltiples dolencias y carencias, hasta que él mismo sucumbió. Sería, por lo tanto, el primer médico sepultado en tierra patagónica.

Un siglo después de la odisea de Elliot, el primer médico en intentar ejercer en estos confines fue Richard Williams, quien llegó en 1850 acompañando al misionero anglicano Allan Gardiner. Junto a otros cinco hombres, buscaban fundar una misión en los extremos sudorientales de Tierra del Fuego, para lo cual viajaron en el barco Ocean Queen y desembarcaron con un par de botes en la caleta Banner, de la isla Picton. La última vez que se les vio con vida estaban de pie, cabeza descubierta, entonando himnos sobre las chalupas, mientras el Ocean Queen desaparecía detrás de un cercano promontorio a la entrada del puerto.

El resto de esta desgraciada, pero gloriosa aventura, lo conocemos a través de las cartas y diarios empapados que fueron hallados casi un año después al lado de los cadáveres carcomidos de estos abnegados religiosos. El primer golpe anímico lo sufrieron al percatarse que habían olvidado en el buque las municiones para sus armas de caza, o de defensa, llegado el caso. Hostilizados por los indígenas, los mismos a quienes habían venido a salvar desde tan lejos, debieron cambiar dos veces su campamento, instalándose finalmente -en todo sentido-, en Puerto Español, en la costa sur de la ahora conocida como Península Mitre.

Este lugar era tan desolado y expuesto que casi nunca lo visitaban los indios de las canoas ni los del interior. El invierno fue excepcionalmente riguroso y los hombres no estaban preparados para afrontarlo. El escorbuto hizo estragos entre ellos. La mayor parte de lo que quedaba de las provisiones, que habían escondido en una cueva, fue inutilizada por una marea extraordinariamente alta causada por un gran temporal. Con excepción de un zorro, que cazaron con una trampa, tuvieron que vivir de unos pocos peces o pájaros marinos que encontraron cerca de la playa, y de algunos mariscos y algas.

El doctor Williams, Erwin y tres pescadores de Cornwall se cobijaban en una cueva, mientras que Gardiner y el catequista Maidment vivían no muy lejos en uno de los botes. En junio murió uno de los pescadores y en el transcurso de junio y julio le siguieron los otros; a pesar de todo, los sobrevivientes conservaron una admirable serenidad. En agosto sólo quedaban con vida el doctor Williams y Allan Gardiner. Ambos estaban tan débiles que ni siquiera podían atravesar arrastrándose la corta distancia entre la cueva y el bote. El doctor Williams debió morir cerca del 26 de agosto. Manifiesta en su última carta que no cambiaría su situación por ninguna otra y termina diciendo: “Soy más feliz de lo que puedo expresar”. Las últimas palabras escritas de Gardiner datan del 5 de septiembre y también revelan el estado de éxtasis religioso en que pereció.