En mi experiencia atendiendo pacientes con Alzheimer en sus domicilios, durante 23 años, he visto muchos casos de personas postradas, etiquetadas con este diagnóstico, muchos con escaras. En cada caso he conversado con sus familiares —por lo general hijas— y el relato es similar.
Por cosas de la vida, las personas mayores apagan la luz del futuro, en parte porque el proyecto de vida familiar o laboral ya se cumplió o por las muchas pérdidas, que nos impiden visualizar factible un nuevo futuro. Esta crisis biográfica viene acompañada de la pérdida de memoria reciente, pues el cerebro guarda aquello que considera útil para el mañana.
Ante toda pérdida se produce un síndrome, primero ansioso, que, si no es atendido, evoluciona a una depresión de menor o mayor gravedad. Cuando estas personas consultan, suelen recibir medicamentos que apagan los síntomas, pero también su capacidad de aprendizaje:
– Fármacos para dormir que anulan el valor introspectivo del insomnio.
– Antidepresivos que inhiben la posibilidad de llorar y recibir consuelo.
– Estabilizadores del ánimo que les quitan matices a las emociones.
– Antipsicóticos que silencian los delirios y alucinaciones, expresión de un dolor profundo .
Así, lo que empezó con somnolencia o desvelos y pérdida de memoria reciente, producto de la terapia anti sintomática disminuye progresivamente la capacidad de aprender y aparece la sospecha de la enfermedad de Alzheimer. Si le hacen un scanner de cerebro, obviamente será informado con atrofia “a partir de los 20 años, el cerebro humano comienza a reducir su volumen de manera natural, aproximadamente un 0,1% – 0,3% cada año”.
El Alzheimer es una epidemia moderna, cuya causa la medicina desconoce y que se describe como una pérdida de memoria, un ‘no aprender’ y que tiene una medicación de escasa efectividad.
Hace años, mi madre que vivía en Santiago, a sus 84 años, a raíz de una desafortunada cirugía de tiroides, presentó una depresión grave, pues también cursó con síndrome psicótico. Recuerdo haber viajado a Santiago algunos días para quitarle los medicamentos que le había mandado el psiquiatra, a quien le informé de aquello.
Mi madre estaba “muy loca”. Por suerte mi hermano Patricio la cuidaba noche y día; siempre tuvo uno de sus 13 hijos que la cuidaba. Su hijo durmió varias noches en la puerta de la pieza para evitar cualquier riesgo. De ese episodio mi madre salió mejor y volvió a una parcela en Paine, a un nuevo futuro; así se alejó del fantasma del Alzheimer y durante 10 años tomó sus decisiones con total claridad.
En síntesis: el Alzheimer lo producimos cuando ‘apagamos’ los síndromes anímicos causados por la pérdida de futuro, lo cual impide tener los nuevos aprendizajes para remontar la vida.
¿Cómo tratar la depresión más o menos grave con síntomas psicóticos de las personas mayores?: En primer lugar, con cuidadores que respeten el síndrome y apliquen las enseñanzas de la psiquiatría finlandesa, “Diálogo Abierto” y profesionales de salud que orienten a dichos cuidadores y no usen psicotrópicos. Si el domicilio no es apto para esa terapia, ‘Hogares Clínicos’ en ambientes de naturaleza, como esperamos que pronto haya uno en Temuco, el cual tendrá como requisito técnico dar altas, dado su terapia sanadora.
Finalmente, copio el informe clínico del Dr. Alois Alzheimer, del primer caso nominado con ese diagnóstico en 1907; se trata de una depresión grave con síntomas psicóticos.
“En noviembre de 1901 ingresó en el hospital de enfermedades mentales de Frankfurt una paciente de 51 años llamada Auguste Deter (Augusta D), con un llamativo cuadro clínico de 5 años de evolución: delirio celotípico, rápida y progresiva pérdida de memoria acompañada de alucinaciones, desorientación en tiempo y espacio, paranoia, trastornos de la conducta y un grave trastorno del lenguaje” …“Falleció el 8 de abril de 1906 por una septicemia secundaria a úlceras por presión y neumonía”.