Dr. Ricardo Sepúlveda Bagú
Cada jueves, los “párvulos mayores” nos reunimos en torno a una mesa cuidadosamente preparada por Alejandra. Ella nos recibe con té perfumado con hierbaluisa, deliciosos bocadillos hechos con sus propias manos y queques de variados sabores que se renuevan en cada ocasión. Estos pequeños manjares son el combustible perfecto para animar nuestras conversaciones y el intercambio de producciones literarias, siempre bajo la guía de nuestra querida profesora Patricia.
Ella, con su cuerpo menudo y frágil, alberga un espíritu fuerte y bondadoso. Es capaz de tolerar y, a la vez, alabar nuestras creaciones, que abarcan cuentos, relatos, monólogos, soliloquios y otras formas literarias que aún me cuesta diferenciar. A veces, siento que sus elogios son generosos, incluso hacia relatos que podrían parecer mediocres. Sin embargo, nunca hiere con sus observaciones; al contrario, sus comentarios bondadosos, aunque ocasionalmente excesivos, nos alientan a seguir creando.
A lo largo del taller, hemos sido testigos de la expresión de talentos ocultos. Han surgido poemas, cuentos y relatos que nos han sorprendido por su calidad, especialmente al notar cómo, con el tiempo, han mejorado en creatividad y uso del lenguaje. Patricia nos ha guiado en el tránsito desde un lenguaje meramente informativo, al que estamos acostumbrados por nuestras ocupaciones, hacia un lenguaje que comunica sentimientos y emociones escondidas en los recovecos de nuestros recuerdos y pensamientos.
Ella nos entregó la llave de la imaginación y la creatividad, y la agitó con fuerza. Ahora es nuestra responsabilidad seguir jugando con las palabras y explorando ese mundo que ella nos ayudó a descubrir.
Gracias, Patricia, por mostrarnos lo que éramos capaces de hacer y por ayudarnos a desvelar lo que llevábamos dentro y agradezco al Consejo Regional Antofagasta por haber apoyado esta magnífica actividad.