Debate de la legalización de la eutanasia y suicidio medicamente asistido

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Dra. Gladys Bórquez

Presidenta Depto. de Ética


Las concepciones sobre la vida, la muerte y formas de morir han sido diversas a lo largo de la historia y permiten entender la pluralidad de visiones valóricas actuales. Morir dignamente depende de los deseos de cada persona, pero existe cierto acuerdo que es morir sin dolor físico, ni sufrimiento psíquico innecesario. El concepto de dignidad humana fundamental, tanto la indisponibilidad de la vida como el proceso natural que depende de Dios, como la que incluye la autonomía ante la muerte y la capacidad de autolegislarse.

El respeto por la autonomía es considerado tanto un derecho como un valor, que comprende que las personas son libres de gestionar su vida de acuerdo con sus creencias y valores. Considerar este derecho abre la pregunta acerca de la real disponibilidad de la vida, es decir, la posibilidad de poner fin a la propia vida en situaciones donde la integridad física y moral de una persona están vulneradas.

Otro valor fundamental en el debate de la eutanasia es el de bienestar. En la totalidad de las legislaciones, la sola autodeterminación de la persona que solicita la MMA no es suficiente, sino que deben existir ciertos “requisitos” en los cuales se compromete el bienestar. Dado que el concepto de bienestar resulta ambiguo y subjetivo, la sociedad ha pedido a la medicina que lo juzgue ¿Es irreversible esta situación que le produce este sufrimiento? ¿Se han ofrecido alternativas para aliviar este sufrimiento?

Para el debate es primordial, además de considerar el respeto a la autonomía, incluir una mirada solidaria con quien sufre. Solicitar a un tercero que participe de la muerte de otro se podría considerar una excepción aceptable bajo una mirada compasiva, no desde el paternalismo, sino que, desde una concepción solidaria y empática, respetuosa entre los seres humanos y bajo ciertos requisitos explicitados con antelación.

Para algunos médicos la práctica misma de la eutanasia es incompatible con sus propios principios y valores. Es en estas circunstancias cuando se plantea la objeción de conciencia. En la medida que esta práctica se legalice, más médicos se verán enfrentados a la difícil disyuntiva de seguir sus propias convicciones morales o acceder a la solicitud de sus pacientes. Independiente de si el profesional está dispuesto o no a practicar la eutanasia, igual debe estar preparado para discutir los alcances de ésta con sus pacientes, dando información oportuna de las distintas alternativas disponibles, incluyendo acceso a cuidados paliativos de excelencia. Asimismo, el profesional deberá considerar bajo qué circunstancias estaría dispuesto a practicar la eutanasia y en cuáles no.

Los avances tecnológicos y cómo esto ha modificado la cultura nos obligan a hacernos una pregunta bioética acerca de los límites de la medicina. ¿Cómo situar la profesión en una sociedad que está exigiendo su participación desde una mirada solidaria y compasiva?