Dra. Jeanette Medina: “Tenemos que fortalecer la vocación”

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Por Patricio Cofré A.

Lleva tres décadas en la atención primaria, 15 años en el Centro de Salud Familiar “Ramón Corbalán Melgarejo” de Santiago Centro, dedicando su carrera a velar por la salud de varias generaciones de niños. Incluso hoy, le llegan los hijos de los bebés que controló cuando recién habían nacido. Asume que cuesta que los equipos se mantengan en el tiempo y critica la falta de recursos e infraestructura para APS. ¿La pandemia? “Ha sido muy difícil”, relata.

Nació como una idea sencilla y una fórmula lúdica para mantener una relación a distancia. Pero poco a poco fue tomando un cariz más profundo. La doctora Jeannette Medina completará una década y media trabajando en el histórico Cesfam “Ramón Corbalán Melgarejo”, conocido como el Consultorio Número 1 de Santiago, por lo que sus compañeros y sus pacientes son parte de su familia.

Al principio se pusieron de acuerdo para tejer una manta. Luego dos, cinco y así llegaron a transformarlo en un rito. Cada una de las funcionarias que participaban, entregaba un cuadro de 17 x 17 centímetros, que luego era sumado a la obra global. “Ya no podíamos almorzar juntos, tomarnos un café o ver a nuestros pacientes, era la forma de mantenernos despejados en un momento de tanta tensión, pero que también sirvió para unirnos”, cuenta la Médica de Familia.

Los tejidos terminaron siendo un regalo para adultos mayores “regalones” del recinto, familias vulnerables o para personal que se jubilaba en plena pandemia y no se le podía hacer una celebración presencial.

Es precisamente esa cercanía, esa relación personal y más dedicada, tanto con su entorno como con las personas que llegaban a resolver sus problemas de salud, la que añoraba la profesional cuando inició su carrera. Por eso, pese a que comenzó a trabajar de inmediato en el sector público luego de obtener su título en la Universidad de Concepción, tardó 8 años en tomar la decisión de inclinarse por una especialidad. “Nada me convencía, quería dedicarme a la Atención Primaria y ver a los niños y su desarrollo integral, pero la pediatría no era lo que me satisfacía, menos la atención privada”, recuerda.

Cuando una amiga le comentó que había una especialización en Medicina Familiar con mención en los niños que se realizaba en la Pontificia Universidad Católica, se decidió a tomarla y ahí encontró todo lo que requería. “No sé que más preguntarle, usted está pintada para la beca y tiene súper claro lo que quiere”, me dijo el doctor que me entrevistó para ingresar. Hoy, a sus 56 años, con tres hijos y un marido gastroenterólogo que también trabajó más de una década en APS, rememora ese momento con la plena satisfacción de haber escogido el camino correcto.

Ahí estaba completamente su vocación…

Siempre hice pediatría, pero la beca en sí, no me llenaba. No sentía que fuera lo mío. No tenía conocimiento de este programa que estaba enfocado en medicina familiar, en atención primaria de salud y que no era para ver todo el ciclo biológico de las personas, sino que solo en el niño. Ahí me di cuenta que llenaba mis expectativas. Al salir estuve 5 años destinada en Maipú y luego pasé al Consultorio Número 1 donde llevo más de 15 años.

La medicina familiar muchas veces no es tan bien vista e incluso han existido críticas públicas de autoridades, ¿Qué siente con eso?

Cuando te encontrabas con colegas y te preguntaban en qué estabas, al responder, muchos no sabían lo que era y te miraban con cara de “debe ser lo que bota la ola en cuanto a puntaje, o lo que nadie toma”. Cada cual lo toma como le parezca, pero respetando lo que cada uno quiera. Espero que la gente tenga la posibilidad de elegir las cosas por vocación y no por dinero.

Hace algunos años el presidente Piñera dijo que en APS “lo único que hacen es darle un par de aspirinas y referirlo a un especialista”

Se ha dicho mucho que el nivel primario debería tener un mayor nivel de resolutividad. Pero no tenemos radiografías básicas, ecografías o un laboratorio mínimo. De ser así, los médicos no tendríamos que estar gastando consultas en derivar a otros de mayor especialización o para realizar un examen de nivel secundario. Cuando te dicen “podrías tener mayor resolución”, no cabe duda que sí, pero deberían darnos los recursos. Siempre se evalúan las pertinencias de las interconsultas y el porcentaje de ellas mal derivadas es bajísimo. Con toda la atención corriente evitamos que vaya a la urgencia del hospital para algo que realmente requiere la urgencia.

¿Cuál es la fortaleza de la medicina familiar, lo más reconfortante?

Al pasar el tiempo la sociedad ha entendido que la medicina tiene que basarse en las personas. Cuando enfocas así las necesidades, las puedes practicar mejor y es más fácil. La medicina como me la enseñaron era más bien curativa, paternalista, donde el médico dictaba lo que había que hacer. Pero la visualización de la medicina familiar tiene que ver con la prevención y promoción de salud. La fortaleza es que la gente determina las necesidades de salud que tienen y estar al servicio de ellas. Con el paso del tiempo, las políticas de salud y la sociedad han ido a cambiando el eje de salud, ya no es todo eje hospitalario.

Un cambio de paradigma…

En una normalidad las políticas de salud deberían estar en la Atención Primaria de Salud, porque si prevenimos, evitamos complicaciones futuras. Tenemos buenos ejemplos de países que llevan muchos más años trabajando con la población, con las personas, insertos en la comunidad. Eso también depende de que los médicos que trabajan acá les guste lo que hagan, estén encantados y se queden.

¿Es ese un problema?

Una debilidad de la APS es que se va mucha gente, que va de paso. A los pacientes les gusta atenderse con la persona con la que se han tratado toda la vida, que te conoce, que ya sabe tus problemas y viene con esa confianza a hacer una nueva consulta. Tenemos que fortalecer la vocación. Que la gente con la que yo trabaje esté encantada. Cuando eso no pasa, da mucha lata, pena.

¿Es frecuente?

Pasa bastante. No toda la gente en salud está porque quiere, quizás tiene otras aspiraciones y se quedan porque es la oportunidad que tienen. Llevo más de 30 años, tengo 56 y me quedan 4 para jubilar, trato de entregar mi experiencia a los compañeros más nuevos, pero se van. Me gustaría que se quedaran porque la gente valora la continuidad de la atención, que la persona te conozca, que sepa de tu vida. Hoy me traen a los hijos de los pacientes que yo veía cuando eran guaguas a control de niño sano. Es súper importante eso, que quieran que uno siga viendo a la familia.

Otro tema relevante es la falta de infraestructura

El aparataje público es lento para todo. Licitas algo, lo consigues en 5 años y cuando llega ya está obsoleto. O cuando se hace un consultorio, lo calculas para 20 mil personas, te demoras y cuando se inauguró ya la población es de 30 mil o más. La tecnología y la medicina avanzan muy rápido. De un año para otro salen cosas nuevas y por lo que tanto luchaste por conseguir ya está atrasado. Lamentablemente, uno se acostumbra a trabajar con lo mínimo. Mejor mirar lo preventivo, controlar, mirar permanentemente, tener a las personas más sanas.

¿Hay una deuda en eso?

La intención está y las políticas están enfocadas en prevención, pero de repente somos un país en vías de desarrollo y nos pilla la máquina. Cuando tienes pocos recursos, poco personal de salud, sacas de lo destinado a la prevención. Es la parte que menos se luce. Si tengo que ir a un colegio a hacer una charla de salud preventiva, hacer control sano o ir a ver gente enferma, tengo que priorizar la atención inmediata o demandante que es ver al paciente enfermo. Los recursos se deben distribuir según eso. Tienes que ir recortando, ir sacando, eso pasa con matronas, enfermeras, nutricionistas. Si tenía que tener a dos personas y tengo solo a una, ¿La mando a educación o a los casos que necesitamos darle una respuesta hoy? La intención en las políticas está, pero nos estamos quedando cortos en todo. Tenemos muchas personas sin sus necesidades satisfechas.

Historias que marcan

En palabras simples, se podría decir que la doctora Medina estuvo rodeada de temas de salud toda su vida. “Mi abuelo de Chillán se fue a vivir a Santa Juana. Ahí conoció a mi abuela y se quedaron para siempre ahí. Él era técnico paramédico, pero era como el doctor del pueblo. Mi papá era dentista, mi tío era médico. Vivíamos al lado del hospital”, cuenta. Desde pequeña conoce la fraternidad que se genera en esos recintos. Es por eso, describe, que durante la pandemia esa “comunidad de tejido” fue una forma de enfrentar juntos el Covid19.

Venía en su ADN la medicina…

Casi toda mi familia trabajó en el área de la salud pública en el campo. Eso influyó mucho en mi disposición para trabajar en lugares menos favorables. La vocación no te la hace la carrera, viene de la formación en tu casa, los valores, las cosas que se consideraban importantes. Yo tenia compañeros que odiaban atender pacientes porque no tenían habilidades sociales, entonces se dedicaron a investigación, anatomía patológica o a la parte más científica. Yo tenía una gran vocación de servicio que no estaba bien enfocada en un área específica. Me influyó también que tenía un hermano mayor que estudiaba medicina, pensé que podía canalizar mi vocación social vía medicina.

¿Cómo ha vivido la pandemia en Atención Primaria?

Ha sido muy difícil. Cuando te enfrentas a algo desconocido tienes miedo, a todo nivel. No sabes a lo que vas. Me daba susto por mi familia, que les diera a ellos. Pero nunca sentí miedo de no querer atender a alguien. A mi me tocó más suave porque yo veo niños. Pero las mamás estaban muy preocupadas, era nuestro trabajo calmarlas, subirles el ánimo. Los pacientes estaban con mucho susto, preocupados, con la angustia de las madres por llevar al colegio a los niños. Nosotros también tomamos como reto llamar a las mamás, a las personas más susceptibles con cuadros respiratorios, o familias con recién nacidos para resolver sus dudas.

Por su área no le tocó directamente lo más crudo de la crisis que aún vivimos.

No nos pasó en pediatría. Pero son muchos los profesionales de la salud que han tenido la angustia de poder dar lo que necesitaban las personas. Angustia mayor es que alguien necesita algo y no tener para dárselo y saber que si ese requerimiento no es cubierto, la persona se puede morir. Eso es terrible, tener que decidir cuando tienes un ventilador y a cuatro personas que lo necesitan.

¿Qué le parece cómo se implementó la estrategia Testeo- Trazabilidad – Aislamiento?

En algún minuto el ministerio no tomó en cuenta a la APS. Pero después de la guerra todos somos generales. En Europa cometieron los mismos errores. Ahora podemos decir que fue un error, pero aprendimos sobre la marcha. No creo que se haya hecho de mala fe no tomar esa alternativa. Las autoridades deciden con mucha presión. No soy quién para decir que se hizo súper mal.

“La violencia hace que menos gente quiera trabajar en APS”

En su larga historia no le ha tocado sufrir directamente la violencia que viene afectando a los equipos de salud en el sector público, pero sabe que es una realidad que viene en aumento. “Estamos en una sociedad cada vez más violenta. La gente tiene una acumulación de frustraciones, de cosas que no se les ha cumplido”, reflexiona la doctora.

¿En el Consultorio no les ha tocado vivir hechos tan violentos?

No de esa magnitud. Sabemos que a veces llega gente baleada o acuchillada a la que están esperando afuera, pero no ingresos o agresiones. Sin embargo, muchas veces la gente de los propios barrios defiende a los centros de salud porque son fundamentales para ellos. Cuando pasan cosas dicen “no son de aquí”. Nadie quiere que cierren un consultorio.

¿Qué efecto tiene entre los funcionarios?

No es bueno, la violencia hace que menos gente quiera trabajar en APS o en lugares apartados. Por eso cuesta tanto. Nadie se quiere venir porque les da susto.