Dr. Eduardo Medina Cárdenas, Sociedad Chilena de Historia de la Medicina
Andrés Antonio García Acosta, nacido el 10 de enero de 1800 en Fuerteventura, Islas Canarias, lugar de antigua tradición franciscana; de escasa instrucción primaria, fue labriego y pastor de ganado menor, también conocedor de enfermedades y plantas medicinales. Tras fallecer su madre en 1832, migró a Montevideo, Uruguay, donde luego de distintos trabajos menores ingresó a la Orden Franciscana en 1835 como hermano donado limosnero y portero. En octubre de 1838, las autoridades militares locales decretaron la expulsión de esta Orden, por lo que viajó a Chile junto a su director espiritual, arribando en julio de 1839 al Convento de la Recoleta Franciscana de Santiago.
Era de baja estatura y aspecto rústico, siempre vistiendo el mismo hábito gris y sandalias. Mantuvo las mismas funciones que en Montevideo: levantada de madrugada; misa y oración, para luego recorrer hasta el atardecer la ciudad recolectando recursos para las obras del convento. Visitaba a los presos en la cárcel y a los enfermos, aconsejando en problemas personales y haciendo curaciones mediante imposición de manos y remedios en base a yerbas medicinales que él mismo preparaba, invitando a quien quisiera acompañarlo los domingos por la tarde al cementerio a rezar por las ánimas del purgatorio. Así, pronto se hizo conocido y prestigiado en esos ambientes, recibiendo cariñosamente el apodo de Fray Andresito.
En 1842 supo por primera vez de Santa Filomena, quedando tan impactado por su compromiso cristiano y martirio de vida, que inició su culto y se autodenominó Andrés Filomeno. Finalizada la nueva Recoleta Franciscana, encargó al arquitecto Fermín Vivaceta un altar para su veneración. Por esa misma época, reunía en las noches a trabajadores, con quienes rezaba y luego entregaba reflexiones, movimiento que creció con el apoyo del Padre Guardián Fray Francisco Pacheco, llegando a constituirse la “Hermandad del Corazón de Jesús”, entidad de autoayuda en casos de pobreza, enfermedad, vejez y accidentes laborales, despertando inicialmente suspicacias entre los católicos conservadores por su coincidencia con la aparición del Manifiesto Comunista en Europa; no obstante, tuvo capillas, escuelas y talleres con algunos miles de socios en Santiago y otras ciudades del centro del país. Esto lo convierte en el precursor de la organización social de los trabajadores en Chile.
Variados testimonios contemporáneos suyos acreditan que sanó a muchas personas, algunas incluso desahuciadas por la medicina tradicional. Además, orientó a otras respecto de circunstancias difíciles o inciertas. Con ocasión de la batalla de Loncomilla (durante la revolución de 1851), entre las fuerzas de Santiago y las de Concepción, estando Fray Andresito en el hogar del Gral. Bulnes, se ‘inspiró’ y tranquilzó a su esposa respecto a su indemnidad, pero advirtiendo que los que ahora habían triunfado, dentro de 40 años serían derrotados (profecía entonces ‘hermética’, cumplida en 1891 en la revolución contra el Presidente Balmaceda).
Se presentaba como ‘médico’ por la gracia de Cristo, la Virgen y Santa Filomena, a la que consideraba su inspiración espiritual. Esta vida sencilla, al servicio de los demás, alcanzando mediante estados mentales de trance sus roles de sanador y taumaturgo, lo hacen partícipe del paradigma chamánico clásico.
Falleció de una neumonía el 14 de enero de 1853, habiendo aceptando poco antes recibir sus órdenes religiosas menores, que previamente había rechazado por no sentirse suficientemente digno. Fue enterrado en el cementerio aledaño al convento, pero por una modificación arquitectónica debió ser exhumado dos años después, encontrándose su ataúd de madera podrido por la humedad, pero con el cadáver incorrupto, hecho certificado por el Rector de la Universidad de Chile, Ignacio Domeyko, y el Decano de la Facultad de Medicina, Dr. Lorenzo Sazié. Años después sus restos fueron colocados definitivamente dentro del templo en una urna adyacente al altar de Santa Filomena. En julio de 1892 el R.P. Pacheco y el Dr. Eleodoro Fontecilla dejaron constancia ante el Notario que la sangre de Fray Andresito, obtenida de una sangría realizada por éste último 40 años atrás, pocos días antes de su muerte, y guardada en un frasco común, aún se conservaba líquida. En enero de 1893 el Padre Guardián Fray Julio Uteau solicitó al Padre General de la Orden autorización para iniciar la causa de canonización, proceso aún no finalizado.
Desde entonces, un gran número de personas visitan su tumba para pedir su intercesión o manifestar su gratitud por favores recibidos, y sus devotos asisten los días 14 de cada mes a una misa por su canonización. La Orden Franciscana continúa su obra social mediante un comedor popular que lleva su nombre y un museo en el interior del templo guarda recuerdos y documentos suyos. Desde su fallecimiento hasta hoy, su vida y roles sanadores y religiosos han motivado diferentes publicaciones. Y el Papa Francisco lo distinguió como ‘Venerable’, en julio de 2016.