“Ola feminista” y desafíos en medicina

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16 de Mayo de 2018/SANTIAGO Cientos de estudiantes comienzan a llegar hasta Plaza Italia, para participar de una nueva marcha feminista convocada por la Confech, "contra la violencia machista, educación no sexista". FOTO:CRISTOBAL ESCOBAR/AGENCIAUNO

¿Cómo avanzar hacia una salud con equidad de género?

Discriminación, agresiones, menosprecios, escaso acceso al poder, junto con educación y atenciones sexistas. Destacadas doctoras cuentan sus experiencias, evalúan el sistema de salud y proponen medidas concretas para erradicar la violencia de género, una enfermedad crónica de nuestra sociedad que comienza a encontrar su cura.

Por Patricio Cofré

 

“Estábamos en medio de una intervención quirúrgica prostática cuando el doctor que encabezaba el equipo me pidió unas pinzas. Al entregárselas, mis manos tiritaron un poco. Él me dijo ‘deberías irte a tu casa y dedicarte a la cocina’”.

La doctora Paola Peña tenía 25 años cuando ocurrió la situación que hasta hoy rememora con incomodidad. Fue en 2014, cuando cursaba su séptimo año de la carrera de medicina y era interna en el Hospital Regional de Coquimbo.

“En el lugar había otros dos doctores, más todo el equipo, incluidas enfermeras y arsenaleras. Me sentí muy avergonzada, pero nadie dijo nada. Yo tampoco. Estaba normalizado que esas cosas ocurrieran”, cuenta. La doctora no hizo caso y no se fue a la cocina. Hoy, es directora del Hospital San Juan de Dios de Vicuña, una de las facultativas más jóvenes en ocupar ese cargo en todo el país.

Desde el año 2015, el movimiento #Niunamenos ha sacado a miles de personas a las calles de decenas de ciudades del mundo con el fin de hacer un llamado de atención ante la violencia de género representada de su forma más brutal en el alto número de homicidios y ataques contra mujeres de todo el planeta.

La aparición de una serie de corrientes en redes sociales como “MeToo” o “Time’sUp”, surgidas tras la denuncia masiva de abusos sexuales contra el mayor productor de cine hollywoodense, Harvey Weinstein, historia que se replicó a nivel local tras las duras acusaciones contra el director de televisión, Herval Abreu y el cineasta Nicolás López; la brutal violación y homicidio de la joven Argentina Lucía Pérez de solo 16 años; el ataque grupal ocurrido en la fiesta de San Fermín en España a una joven de parte de un grupo autodenominado “La Manada”; son solo algunos de los hechos que han puesto la temática como una de las preocupaciones más relevantes a nivel internacional.

En mayo, fue el turno de las universidades locales, donde las tomas se multiplicaron dando cuenta del profundo malestar por la educación sexista expresada en arraigados comportamientos de menoscabo a la mujer, que incluso llegan hasta casos de acoso sexual permanentes y que, en la mayor parte de los casos, quedaban impunes.

El debate en diversos espacios sociales se ha tomado la agenda nacional. Eliminar las brechas salariales, acabar con homicidios, agresiones y abusos, fomentar el acceso igualitario a los cargos de poder, avanzar hacia una educación no sexista, dejar de lado el lenguaje misógino, abolir las diferencias de pagos en planes de salud, son solo parte de los cambios que se exigen.

Los desafíos alcanzan a todos los niveles y el ámbito de la salud no ha estado ajeno a estas malas prácticas. Es por eso que el Colegio Médico creó una comisión especial sobre el tema y dentro de sus primeras medidas impulsó la campaña #EnSaludTambién, para denunciar situaciones que van desde el humor sexista y humillaciones, hasta acoso.

Además, desde junio se comenzó a impartir un curso gratuito, para incluir una visión de género en la construcción de políticas sanitaras; en la manera en que se evalúa clínicamente a las mujeres; y en la forma en que se ejerce y enseña la medicina.

La doctora Francisca Crispi es una de las principales promotoras de este cambio cultural y es la primera encargada de la Comisión de Género y Salud del Colegio Médico. Asegura que estamos ante una gran oportunidad para realizar modificaciones profundas, pero también asume que su implementación tiene que ser en el mediano y largo plazo. Por eso, explica, se debe comenzar, de forma urgente, desde las instituciones y las políticas estatales en la materia.

“Los médicos y médicas debemos abordar la violencia de género como una determinante social de la salud. Que las mujeres tengan condiciones de trabajo precarias, con una brecha salarial indignante, con condiciones contractuales inestables, con discriminación por la maternidad, son factores relevantes para que no puedan realizar su vida de manera saludable”, comenta.

Además, pone énfasis en “que las mujeres se vean sistemáticamente expuestas a violaciones, abusos, acoso callejero y en sus espacios de trabajo, y a femicidios, es clave a la hora de evaluar su salud mental. Estos son temas que debemos analizar e incorporar a las políticas públicas con urgencia”.

 

Un largo camino hacia la equidad

Debieron pasar más de 160 años para que la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile estuviera a cargo de una mujer. El logro lo obtuvo la doctora Cecilia Sepulveda recién el año 2006 y se mantuvo en el cargo durante dos períodos, los que finalizaron en 2014. Recuerda que durante varios años debió vivir situaciones incómodas y de una permanente validación de sus capacidades. “Algunas veces cuando entraba a reuniones, como todos los presentes eran hombres, se paraban en conjunto para saludar mi ingreso, algo que era absolutamente innecesario. Pero muchas veces, cuando se discutía un tema relevante, la discusión se daba entre los hombres y me ignoraban totalmente”, comenta.

Pero quizás su mayor desilusión fue cuando postuló a su primer trabajo en el Hospital del Salvador tras salir de su carrera, en 1974. En la entrevista, el doctor a cargo del reclutamiento fue claro con ella. “No quería a una mujer, porque nos embarazábamos y dejábamos el trabajo tirado. Poco después me enteré de que había sido seleccionado un hombre”, señala.

La experiencia de la académica es solo parte de los relatos que hacen las profesionales de la salud con respecto a las inequidades a las que se enfrentan en los diversos momentos de la vida laboral o en las instituciones educacionales.

La doctora Begoña Yarza es actualmente la Directora del Hospital Exequiel González Cortés y está próxima a cumplir su período a cargo del centro que atiende a niños de 11 comunas de la capital. Luego de casi 9 años cuenta que el área de investigación y becas tampoco tiene considerado dentro de su modelo el apoyo para las mujeres con hijos que buscan desarrollar estudios o especializaciones. “Cuando decidí irme a Barcelona por una beca, yo tenía dos hijos pequeños y no había alternativa. Lo que se ofrecía en términos económicos era muy poco, no estaba considerada la posibilidad de una madre saliendo a estudiar junto a su familia. Lo hice, pero no existían opciones reales para que una mujer tomara esa opción”, explica.

La Decana de la Facultad de Medicina de la Universidad Diego Portales y presidenta de ASOFAMECH, doctora Patricia Muñoz, da cuenta de otro tipo de discriminaciones hacia el género femenino. “En reuniones de equipo siempre nos pedían las labores domésticas, como servir el café. Cada vez que había reuniones formales nos daban un rol de secretaria, por ejemplo. Uno siempre escuchó mucho desprecio hacia la mujer. Lamentablemente, no defendíamos nuestros derechos, pero las jóvenes actuales nos han llamado la atención de que todas esas prácticas son intolerables y las cosas deben cambiar”.

En general, explican las profesionales, se dan una serie de acciones que afectan a las doctoras desde la época estudiantil y hasta sus espacios laborales. Hoy, aclaran, ninguna está dispuesta a tolerar la continuidad de estas situaciones. “Existe humor sexista, discriminación en el ingreso a especialidades o casos abiertamente de acoso sexual. Muchas colegas no se atreven a denunciar porque los protocolos no logran proteger a las víctimas y tienen la incertidumbre de que se puede comprometer su carrera profesional”, resume tajante la doctora Francisca Crispi.

 

Migrantes, niñas y zonas rurales

El ginecólogo Gonzalo Rubio entró de lleno en el debate nacional de una forma que no se lo esperaba. Como médico del Hospital San José, fue el encargado de llevar a cabo el primer caso de aborto basado en la nueva legislación que permite la interrupción del embarazo por tres causales. “Me ha llamado la atención la indolencia con la que son tratadas las mujeres en los sistemas de salud en estos casos, la denegación de atención y las dificultades para el reconocimiento de que la mujer puede tomar la decisión. Además, había un temor infundado a que esto se transformaría en un desfile de mujeres que pedirían aborto por la causal de violación, pero eso no ha ocurrido. Han sido casos aislados, particulares y muy dramáticos”, comenta.

Especialista en el ámbito de los derechos sexuales y reproductivos, Rubio asegura que no se ha debatido de forma seria sobre temas de futuro y entrega dos lineamientos que a su juicio son muy relevantes de ser considerados a corto plazo. “Es muy importante que tengamos una preocupación por acoger a las mujeres migrantes en nuestras políticas de género porque existen comportamientos reproductivos diferentes y deben tener un tratamiento especial”, señala.

También plantea la relevancia de poner el foco en la natalidad adolescente en sectores vulnerables. Una de las principales causas, plantea, de que se mantenga al mismo ritmo de las últimas dos décadas es la falta de oportunidades y las pocas opciones de crecimiento personal. El resto de los grupos socioeconómicos y etarios ha disminuido sus cifras de forma constante.

En la misma linea, debido a su larga trayectoria en el trabajo con menores de edad, la doctora Yarza pide que las niñas estén en el centro de las reformas a la salud, en especial las provenientes de familias con menos recursos. “El aspecto emocional de las niñas es fundamental. Nuestros estudios indican que son ellas las que se enferman más y de forma más grave. La pobreza y la violencia de género generan variaciones del ánimo o depresiones en una de cada cuatro menores. Esto, luego se refleja en todo tipo de patologías en las niñas”, indica.

Por otra parte, desde la perspectiva regional y, más específicamente en las zonas rurales, a juicio de la doctora Peña urge educación en equidad. “Tiende a haber pacientes y funcionarios con un machismo fuertemente instaurado y eso provoca la reproducción de esos comportamientos. Esto deriva en violencia contra las mujeres a todo nivel, incluso amenazas a médicas o la idea de que nuestras atenciones son menos válidas”.

 

Desafíos  y avances

Pese al complejo análisis de la situación y a las dificultades que se presentan, ya se avizora parte del camino en el que se deberá avanzar en los próximos años con el fin de emparejar la cancha entre hombres y mujeres.

La doctora Patricia Muñoz dice que las universidades tendrán un gran desafío a la hora de estudiar cada uno de sus estamentos con la finalidad de erradicar el sexismo de las aulas. “Tenemos que hacer un diagnóstico muy relevante de qué es lo que se considera sexista, cuánto tienen de educación sexista nuestras mallas y cuánto de sexismo tienen nuestros perfiles de egreso. Este movimiento tiene una fuerza que nos obliga a realizar una mirada de todo lo que estamos haciendo para saber cuánto se han normalizado estas conductas machistas que nos parecían naturales”, indica la académica.

Para Begoña Yarza los cambios deben ser implementados lo antes posible y durante su gestión en el hospital Exequiel González Cortés ha avanzado en potenciar el rol de las mujeres. “Armamos un grupo para prevenir la violencia intrafamiliar o de género y nos dimos cuenta de que eso era la punta del iceberg. Por esa razón lo transformamos en un equipo de Cultura de Género. Hoy en el hospital contamos con casi un 80% de trabajadoras y el 65% de las jefaturas son mujeres. En el sector público esa cifra no sobrepasa el 30% y en el privado el 15%”, explica.

La doctora Sepúlveda también pide un trabajo arduo en esa línea. “Más que una cuota de género, creo que los equipos de selección deben contar con la misma cantidad de hombres y mujeres. Se debería reglamentar una medida de esas características”, analiza.

La doctora Crispi, en tanto, cree que el proceso debe incluir medidas concretas a corto plazo. “Debemos tener tolerancia cero a los acosos sexuales generando protocolos públicos, claros y que se den a conocer a todos los integrantes de las instituciones. Además de capacitación en prevención del acoso, para evitar sufrir y cometer ese tipo de actos”, concluye.

La “ola feminista” llegó para quedarse. El gran desafío será conocer la velocidad en que se implementarán estos cambios estructurales de una patología histórica, pero que está condenada a ser erradicada de Chile y el mundo.