Tomar un té, en estos tiempos, se ha vuelto una experiencia sensorial, un ritual, una ceremonia para disfrutar. El té despierta todos los sentidos, es más que una necesidad fisiológica de calmar la sed.
E sta mañana de domingo me aprontaba a escribir el artículo que me había comprometido a hacer sobre el té, y que pensaba titular “El té es el nuevo vino”. Escuchaba la Sinfonía 49 de Haydn, bebía un chai de preparación casera en base a té rojo, como prefiero en el invierno, y leía sobre los heterónimos de Fernando Pessoa, disfrutando de esos pequeños instantes en que por una extraña razón todo parece simplemente fluir. Santiago es casi perfecto tras la lluvia, esas breves horas de sol en que las montañas parecen al alcance de la mano.
Me había propuesto una sencilla descripción de los diferentes tipos de tés, las denominaciones de origen, las maneras como preparar cada uno, mirado simplemente desde una amante claramente no experta en esas infusiones.
Hasta que en mi descuidada terraza invernal apareció mágicamente un picaflor, sacudió sus alas para eliminar los restos de lluvia, se mantuvo en el aire por breves instantes y desapareció tan rápido como había llegado. Pensé entonces en la irrepetibilidad, un neologismo que el computador asegura que no existe, de ese breve instante de perfección absoluta. Ese momento en que el entorno y nosotros somos uno, y no queda más que sonreír, agradecer y simplemente disfrutar. Esos escasos momentos de felicidad completa que tan bien sabe describir Tellier. “La felicidad no es sino un leve deslizarse de remos en el agua”.
De eso se trata precisamente la Ceremonia del Té, un instante de Wabi, quietud o refinamiento y la celebración de la belleza suave. En el Siglo XVI se introdujo el concepto de ichi-go ichi-e, literalmente, “un encuentro, una oportunidad”, en la creencia de que cada encuentro, como el mío con el pequeño colibrí, debería ser atesorado ya que podría no volver a repetirse. Todo esto dentro de una cuidada estética zen.
Tomar un té, en estos tiempos, se ha vuelto una experiencia sensorial, un ritual, una ceremonia para disfrutar. El té despierta todos los sentidos, es más que una necesidad fisiológica de calmar la sed. El sólo hecho de ver cómo se abre un blooming tea, una flor preparada mediante hilos antes de secar para expandirse al contacto con el agua caliente, es un espectáculo en sí mismo.
Llamaremos té sólo a las infusiones de Camelia sinensis o thea sinensis, dejando fuera a otro tipo de preparaciones florales y/o frutales que no la contengan, aunque coloquialmente se les llama “Té de…”. Una situación especial es el Rooibos, que no es un té propiamente tal, pero se le incluye para todos los efectos.
El té es como un buen vino o un buen aceite, o sea el gusto y la calidad del producto final depende de muchos factores, como el clima, el suelo, la altitud, las condiciones climatológicas, el método de recogida y de manipulación, las mezclas, el embalaje, transporte y la conservación.
Y, al igual que en los vinos, tenemos distintos tipos de clasificaciones, que podríamos resumir en cuatro principales: color, denominación de origen, tipo y tamaño de las hojas y blending o mezclas de té.
También existe la denominación de origen, grados según el tipo y tamaño de las hojas y blending. Espero con esto haberles despertado el interés por uno de los placeres simples de la vida: tomar una rica taza de té. Desde ya los invitamos a participar en nuestras actividades que serán informadas oportunamente en la web del Colmed.
Grado de oxidación y color
Té verde: proviene de las hojas frescas de camelia sinensis. Conserva la frescura y las propiedades de la planta, entre los que se incluyen efectos antibacterianos y antioxidantes. Es sinónimo de salud y longevidad.
Té rojo: cuenta con un proceso de fermentación más largo. Es ideal para la acción diurética, favoreciendo la eliminación natural de toxinas y evitando la retención de líquidos.
Té blanco: es un té levemente oxidado, que se cultiva y cosecha exclusivamente en China, en la provincia de Fujian. Proviene de delicadas yemas y hojas jóvenes de camelia sinensis, secas a los rayos del sol y ligeramente procesadas para prevenir la oxidación o la futura fermentación.
Té negro: de sabor acentuado y la infusión es de un tono más denso. Es uno de los más oxidados y contiene más teína que otros tés con menores niveles de oxidación. Además, tiene la propiedad de poder conservar su sabor durante una gran cantidad de tiempo.
Rooibos: significa “arbusto rojo”, y es el nombre de una planta proveniente de la zona de Cederburg, al sur de África. Pese a que se conoce como un té, no lo es, sino que las hojas de este arbusto dan origen a una bebida con minerales y antioxidantes completamente naturales.
Té Chai: no es una variedad de té en sí misma. Originario de la India, es una combinación de té con hierbas y especias determinadas. Se hace a partir de una base de té negro mezclado con especias como pimienta, jengibre, canela, cardamomo, nuez moscada y clavo de olor.
Agradeceré sus comentarios a mi mail: doctoracaballero@gmail.com.