Dr. Luis Semprevivo G.

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En el año 2000, el Colegio Médico otorgó al especialista una distinción como miembro emérito.

El Dr. Luis Semprevivo Curotto, ingresó a la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile en 1942; recién había cumplido 17 años. Porteño de nacimiento, estudió en la Scuola Italiana hasta que sus padres lo enviaron a Italia en 1932 junto a su hermano menor a mitigar en mejores aires un cuadro de tuberculosis, mal que en Chile tenía escasa cura; allá, en un pueblo genovés llamado Dórbora, vivió una infancia plena de dulzura familiar, pero marcada por la impronta caprichosa del Duce.
De regreso a Chile en 1937, el futuro pediatra, encaminó sus estudios hasta lograr mediante el bachillerato el anhelo de estudiar medicina. De aquellos años recordaba a un compañero de toda la carrera, el Dr. Humberto Pinto Cruzat: “…éramos como dos pajarillos perdidos en medio de las enormes aulas de la vieja escuela que se quemó en 1948, nos tratamos de usted desde el primero hasta el quinto año cuando ambos nos decidimos por la pediatría…”, …“mi estigma era apellidarme Semprevivo, esto provocaba -al comienzo- discretas sonrisas especialmente cuando pasaban lista en clases de anatomía, obvio”.
De sus maestros recuerda al Dr. Juan Noé, del cual fue su ayudante en la cátedra de parasitología, con él mantenía largas conversaciones en lengua italiana.
Sus padres, comerciantes lígures y la familia toda, recibieron con gran satisfacción la Licenciatura en Medicina lograda en 1950. “…vinieron años y años de servicio en hospitales, clínicas, en la Posta Central y en la consulta privada…” “Nunca me moví de Santiago, incluso postergué hasta el olvido formar mi propia familia… llegué al grado de Comandante (S) en el Hospital de Carabineros donde fui Jefe de Pediatría… cuando decidí retirarme el año 2001 de la medicina activa, atendía a los nietos de mis primeros pacientes…”
Consultados quienes lo rodeaban, todos coinciden en la generosidad de un hombre católico que compartió todo lo recibido con familiares y amigos. Cada uno de ellos tiene gratificantes anécdotas con el patriarca de los Semprevivo y, al calor de la pasta dominical, brotaban historietas de personajes nacionales e italianos y apasionados cuentos ligados a la consulta que el doctor mantuvo por largos años en Vicuña Mackenna cerca de la Plaza Italia. Todo, absolutamente todo, quedó plasmado para siempre en un libro titulado “I Durbui” (Los de Dórbora) que don Luis escribió por los años noventa, regalándonos página por página, episodios emocionantes de su extensa saga.
En marzo de este año, El Dr. Semprevivo cumplió 91 años en compañía y los cuidados de sus familiares, se dedicaba a leer (cada vez menos); en dicha ocasión nos reiteró que la memoria ya era frágil y que la ópera era una de las pocas aficiones que mantenía desde su juventud. Cada día, bien acompañado, fue caminando menores distancias; nos confesó que la pediatría fue el espíritu que motivó y movió su vida profesional, el camino para servir, el placer de dormir agotado después de salvar la vida de un niño.
El martes 29 de junio de este año, después del agotamiento propio de la vejez, el doc o Lucho megu -médico en lengua genovesa- como le decía la familia, se entregó al descanso eterno en el mismo momento que recibía la unción de los enfermos, con él partió un ser humano inigualable que ya no estará jamás con nosotros, pero irá en el recuerdo y en el corazón de cada uno de quienes lo conocimos, quisimos, acompañamos y cuidamos hasta el fin.
Jaime Campusano Troncoso