Luego de más de 3 décadas trabajando en el Cesfam José María Caro de La Serena, la médica de la Universidad de Chile se declara enamorada de su trabajo en el sector público. Pese a eso, tiene una mirada analítica sobre la situación de la APS, la falta de recursos y hace un llamado a que la Medicina Familiar sea una especialidad que tenga mayor apoyo.
Por Patricio Cofré Álvarez
A mediados de los 80, la doctora Elizabeth Berger cursaba el quinto año de medicina en la Universidad de Chile, pero a pesar de encontrarse a poco tiempo de finalizar sus estudios, todavía no había decidido si tomaría una especialidad, ni tampoco a qué área se dedicaría.
Fue entonces cuando comenzó a hacer recorridos por el Hospital Roberto del Río, por consultorios de Independencia y otras comunas, hasta que hubo una experiencia que la marcó para siempre: estuvo un mes atendiendo niños y niñas en Tiltil. Ese fue el punto de inflexión para encontrar su vocación. En aquel breve período descubrió, a través de algo muy sencillo, el impulso definitivo para lo que sería su desarrollo profesional.
“Recuerdo que hasta entonces no tenía claro lo que haría al terminar la carrera, pero ahí me enamoré de la sonrisa de los niños, sus abrazos, el amor que entregaban ellos y sus padres al momento de atenderlos”, recuerda hoy, más de tres décadas después de ese hito en su vida. A partir de entonces, ha dedicado toda su labor a los más pequeños y, en especial, a la salud pública.
Pero hubo otra potente razón, más ligada a lo sentimental, que terminó por pavimentar su ruta. En los últimos años de la universidad, se enamoró de un serenense, se casó con él y apenas terminó la carrera, se radicaron juntos en la Región de Coquimbo.
“Llegando a La Serena busqué trabajo de inmediato, pero sabía que no quería atender niños hospitalizados, quería estar en la atención primaria y tuve la fortuna de encontrar un cupo en un consultorio de la Corporación Municipal”, rememora.
Y fueron esos dos hitos en su historia los que la han llevado a ser una de las profesionales más reconocidas de La Serena. Desde inicios de los 90, fue una de las primeras profesionales que comenzó a atender en el CESFAM José María Caro de esa ciudad del norte grande. Allí ha permanecido durante tres décadas, entregando su amor por la medicina, los niños y niñas y sus familias, además del servicio público.
¿Desde cuándo le gustó medicina?
El último año de colegio me invitaron a una actividad muy bonita en la que se reunía un grupo de jóvenes con un psicólogo. Estuvimos en ese encuentro dos días, en la que nos entregaban herramientas para la vida y valores. La conclusión de esa especie de retiro era que para ser feliz había que dar. En ese marco, empezamos a ir a hogares de ancianos, a ver a personas enfermas y ahí me di cuenta de que eso era lo mío. Antes de eso, no sabía qué hacer, recién ahí descubrí lo que me gustaba.
¿Cómo fueron los primeros años de la universidad, algún ramo que fuera más difícil?
Fue una época muy linda, lo pasábamos muy bien, pero más que nada estudiando porque es una carrera muy difícil. Recuerdo que anatomía era un shock. Me daba mucha pena cuando trabajábamos cadáveres y teníamos el cuerpo de una abuelita para disecar y era muy impactante.
¿Cómo descubrió el área a la que se dedicaría?
Me empezó a gustar la pediatría en la universidad, cuando íbamos a un consultorio a hacer seguimiento de niños. Pero recién en quinto pude conocer el área más en profundidad, lo que era atenderlos con los recorridos por el Hospital Roberto del Río y en los consultorios de Independencia. Pero lo que más me marcó fue que junto a una doctora estuvimos un mes en Tiltil viendo niños y niñas y ahí me enamoré del amor que entregan. Eso fue en 1985 aproximadamente y yo tenía 23 años.
Al salir de la universidad se fue a La Serena y de inmediato ingresó en el sector público…
Sí, comencé a trabajar en los consultorios que pertenecían a la Corporación Municipal de La Serena. Inicialmente estuve en los consultorios Las Compañías y La Antena, atendiendo en uno en la mañana y en el otro por la tarde, hasta que surgió la oportunidad de irme al nuevo CESFAM José María Caro, que pertenecía directamente del hospital, pero lo tomó la corporación. Desde que se inauguró empecé a trabajar ahí y de eso ya han pasado 30 años.
¿Cómo ha cambiado la atención primaria desde entonces a ahora?
Ha cambiado mucho, ha crecido enormemente. En mi CESFAM al inicio estábamos instalados en una casa chiquitita en la que no éramos más de 10 profesionales. Con el tiempo ha ido creciendo mucho. A nivel regional, estoy muy orgullosa porque en esta zona se instaló la carrera de Medicina en la Universidad Católica del Norte y, poco a poco, la mayor parte de los colegas jóvenes son de la UCN y tienen mucha vocación.
La APS muchas veces ha recibido críticas o a veces no es mirada como un pilar del sistema. Incluso hace algunos años el Presidente dijo que “lo único que hacen es darle un par de aspirinas y referirlo a un especialista”. ¿Ha sentido esa percepción?
La verdad siempre he sentido felicidad, orgullo y agradecimiento por poder trabajar en la atención primaria. Me reconforta lo que siento con la población, con los momentos hermosos con la gente que se atiende con nosotros. El Presidente siempre sale con el tema de formar muchos especialistas, es como que de repente mirara en menos la atención primaria, pero es lo más importante. Acá nos vienen a contar sus cosas, el día a día. Es donde se vive realmente la salud, donde se comparte con la gente, se saben las historias de vida. No hay nada que envidiar a otras cosas. La atención primaria es el mejor lugar donde se puede trabajar.
¿Qué falta en la atención primaria?
Ojalá mejoraran los recursos. Debería haber un plan único de salud para fortalecer la atención primaria, no es justo que la gente cotice en una isapre, toda la vida pagando planes carísimos y cuando les pasa algo, que les impide seguir pagando, como problemas económicos, una enfermedad, la vejez o las jubilaciones bajas, deba migrar a FONASA. Es injusto que ese dinero que han cotizado toda la vida en una isapre no sirva para cuando las personas más lo necesitan. La salud primaria se empobrece porque llega la gente que no tiene dinero, enferma o con mayor gasto. Eso debe cambiar.
¿Qué otros puntos se deben reforzar?
Hay un recambio rápido de los colegas. Las personas se acostumbran a un doctor y los colegas se van pronto. Es importante que la Beca de Medicina Familiar se amplíe y deberían dar facilidad para que más gente se especialice en ella para que los profesionales continúen trabajando en los CESFAM, seguir ahí mismo. Ahora a muchos les gusta dedicarse al servicio público y acá en la UCN la beca comenzó estos últimos años. Eso es bueno para que muchos colegas vuelvan a la APS. He conocido gente maravillosa que ha ido reforzando mi vocación.
¿Cómo debería innovar?
Contar con especialidades como urgenciólogos, ese sería mi sueño. Contar con ellos, las 24 horas del día, porque a cualquier hora llega una emergencia y eso permitiría llegar a un Cesfam y tener una atención de urgencia rápida y oportuna.
En general siguen siendo escasos los recursos para tanta población que se atiende.
Nuestro CESFAM ya quedó chiquitito. Ha crecido mucho la población, por lo que hace falta más infraestructura o aumentar los horarios de atención y si termina alrededor de las 5 de la tarde, se podría iniciar otro turno en la tarde en un horario que permitiera ampliar las atenciones.
¿Cómo ve la vocación de los médicos hoy?
Hay mucha vocación en el servicio público. Son todos ejemplares, se esfuerzan y trabajan mucho por sus pacientes. Todos están muy preocupados, luchando, ayudando, con gran compañerismo. Yo y los médicos de mi entorno estamos muy preocupados por el ser humano, por el paciente.
¿Cuál es el rol que debe cumplir la medicina?
Escuchar, conversar con los pacientes, tratar de aclarar las ideas de las personas, que busquemos juntos los problemas y solucionarlos. Una medicina mucho más humana.
En ese mismo sentido… ¿Qué es la atención primaria para usted?
Es lo máximo, es lo que mantiene mi felicidad en realidad, es un orgullo, una felicidad, un agradecimiento poder atender a las personas que llegan a nuestros CESFAM. Me hace muy feliz.
Covid-19: “Ha sido una época muy dura”
La familia es uno de los pilares fundamentales para la doctora Berger. De su matrimonio de más de 35 años, tiene dos hijas, a las que les traspasó su vocación por la medicina y los niños. Una de ellas, estudió Educación Diferencial y la otra medicina en la Universidad Católica del Norte.
Pero, además, tiene al cuidado en su hogar a su madre de 97 años. Por eso, relata, la pandemia ha tenido un efecto muy relevante en su forma de hacer las cosas. Hoy, cuenta, las restricciones sanitarias del COVID-19 la han hecho dejar de lado la parte más de piel de la atención con padres e hijos. Esto, profundizado por el cuidado de una persona de alto riesgo. “Voy vestida al trabajo casi como astronauta. Siempre me molestan y me preguntan dónde tengo mi nave espacial”, explica.
¿Cómo ha vivido la pandemia?
Ha sido una época muy dura, triste. Con mucho miedo. Me ha dado mucho miedo de enfermarme, de contagiar a mi familia, en especial, porque cuido a mi mamá que tiene 97 años. Es triste porque uno siente que es otra persona, como que no fuera yo. Es muy difícil no poder abrazar a los niños cuando vienen al CESFAM, ser cariñosa con los padres o cuidadores. No pueden ver mi sonrisa durante la atención y todo eso cambia mucho. Ha sido una época de reinventarse con teletrabajo, llamar a las familias para saber cómo están porque muchos han tenido miedo de ir. Hemos tenido que ir llamando a los niños, para ver su salud o si faltan remedios, por ejemplo.
Pese a todo debió cumplir con el deber de ir a trabajar…
Así es. Es como una guerra, es una sensación de despersonalización. Delante de los que no me conocen no soy la misma persona, o para quienes se atienden conmigo desde hace años, casi no me reconocen porque ando toda protegida. Es difícil, pero a la vez me da miedo no ir ultra protegida, no soy tan valiente. Me duelen los PCR que nos hacen cada dos semanas. Todo es rudo. Pero hay que ir y la gente lo agradece.
Ahora viene la complejidad de la ola de atenciones suspendidas…
Va a ser un tremendo desafío. Re agendar va a ser duro. Ojalá que se pongan atajos para el ingreso de la variante Delta porque todo el proceso que se viene de reactivar el sistema es muy complejo.