Dra. Katia Velásquez junto a niños de Mozambique, Africa.
Ir de misionera al África era uno de mis sueños de adolescencia. Conocí Misión Mozambique, una misión católica dirigida por el padre Roberto Guzmán, sacerdote diocesano chileno, en la provincia de Sofala, y fui a trabajar como médico en el hospital de Maringue, ubicado al norte de Sofala, a 450 kms de Beira. Tuve entrenamiento en enfermedades tropicales en un consultorio dependiente de la Universidad Católica de Beira y luego trabajé como médico cooperante en el Hospital de Maringue. Me hice cargo de los hospitalizados adultos y atendía hasta cuarenta pacientes ambulatorios por día.
Maringue es una villa pequeña, con altísima ruralidad que no dispone de agua potable. La luz eléctrica llegó, sólo a la calle, a fines de junio del 2015. La gente es muy amable y alegre a pesar de las condiciones. Las mujeres tienen la tarea más dura: buscar agua, lavar la ropa, atender a los hijos y al marido, ocupan finalmente todo su día. Por fortuna tanto adultos como niños son tremendamente expresivos, hablan con los ojos las manos y el cuerpo. Tienen una flexibilidad envidiable y la costumbre de llevar cosas muchas veces pesadas sobre la cabeza, les permite tener una postura envidiable. Vi los pies más bonitos, libres de hallux valgus porque van descalzos en algún momento del día y también observé columnas rectas incluso cuando van en bicicleta.
Los niños están por doquier, siempre jugando en la calle, sonriendo con los ojos, con sus dientes muy blancos. Son niños que buscan cariño y lo dan, Muchos de ellos van con las poleras llenas de hoyos, sucios y no pocas veces con micosis y otras infecciones de la piel. Es frecuente verlos de cinco o seis años hacerse cargo de sus hermanos más pequeños y llevarlos a la espalda. Curiosamente todo lo hacen con alegría. Inventan sus propios juguetes, son creativos y se conocen todos esos juegos que aquí parecen haberse olvidado como el luche, los saltos con cuerdas y muchos juegos con las manos.
Me tocó convivir con jovencitas de enseñanza media que se distribuían las labores de casa y lo más llamativo es que se levantan temprano y muchas veces cantan mientras limpian el arroz, barren o lavan la loza.
El hospital es pequeño, sólido, nuevo y atiende a ochenta mil personas. Cuenta con un sólo médico. Gran parte de la atención la realizan los técnicos, entrenados para recetar y realizar procedimientos (con precariedad tendría que resaltar, porque no manejan conceptos como protocolos, asepsia y perseverancia.
La actividad que inicia el día es la entrega de turno, formal con todos los estamentos presente. Así me enteraba cada día a las 7:15 AM en punto de las novedades de todo el servicio, un promedio de 3 partos diarios, entre 3 y 5 pacientes con malaria confirmada atendidos en servicio de urgencia y una mortalidad presente en adultos y niños sin que eso motive mayor preocupación ni estudio.