Dr. Ricardo Sepúlveda Bagú
Un cuerpo sin vida me provoca enorme desazón, asombro y preguntas, además de resultarme incomprensible ver un rostro que ha perdido la expresión. ¿Será el espíritu lo que produce la diferencia?
Me quedé esa tarde en la morgue, estaba solo, sentí la inquietud y temor de estar entre las dos hileras de mesas de mármol blanco, sobre las que yacían los cuerpos sin vida; habitantes de las morgues.
El aire frío, el ruido de los refrigeradores que conservan otros cuerpos que deben soportar más frío que el que produce la muerte. Un olor a productos químicos invade el ambiente y una sensación de temor en mi espalda aumenta a medida que avanzo por el pasillo; como si unas miradas se clavaran en mi dorso, acentuado por el aire frío y la brisa provocada por los ventiladores.
Sabía que estaban muertos, pero temía que sucediera un evento misterioso, tenebroso como los relatos que oía de niño.
Pasado un largo rato, estabilizado mi ánimo, aunque aún con temor, me quedé observando esos cuerpos que alojaron sentimientos, pensamientos, deseos y ahora yacen inermes.
Levanté con temor la sábana que cubría un rostro y percibí el vacío en él, luego descubrí el de una anciana, me pareció más comprensible su estado, pareciera que los viejos con el tiempo van tomando aire de muertos.
Ya he perdido la inquietud, me siento más tranquilo buscando algo en ellos, levanto otra sábana, es una mujer joven, expresión apacible, me quedo mirando, no entendiendo como la muerte se llevó este cuerpo joven, aun lozano, mientras mantengo la mirada sobre su rostro, escurre una lágrima, no me lo puedo explicar. ¿Aún le queda algo de espíritu?
¿Aún de muerto se puede expresar una pena por lo que se deja? ¿Será una madre que derrama una lagrima por sus hijos? ¿Una amante alejada de su amor?
¿Puede el espíritu abandonar el cuerpo cuando la pena de dejar a los suyos es tan grande?
Me quedo absorto en los pensamientos que me ha provocado esta lágrima de una madre o amante muerta.
¿Acaso los muertos también pueden llorar?