Por Marcelo López Campillay, Presidente Sociedad Chilena de Historia de la Medicina
La discusión sobre los problemas sanitarios que enfrentó Chile desde fines del siglo XIX, fueron una pieza central de la “Cuestión Social”. En la década de 1920 comenzó a reformularse la arquitectura institucional para dar respuesta a las urgencias sanitarias del país, producto de las epidemias infecciosas (tuberculosis, sífilis, tifus, gripe, viruela, etc.), carencias nutricionales, caries, alcoholismo, entre las principales.
Un hito importante se halla en el Artículo N°10 de la Constitución de 1925: “es deber del Estado velar por la salud pública y el bienestar hijienico del país”, que consagró el anhelo de una generación que, desde el decenio de 1880, esgrimió la necesidad de que el Estado asumiera la dirección de la salubridad nacional.
A partir de ello, se puede apreciar que el esfuerzo del gobierno de Pedro Aguirre Cerda para proveer al país de una ley integral de Salud Pública se inserta en una trayectoria histórica que tuvo en la creación del Servicio Nacional de Salud en 1952, el fin de una etapa que inició a fines del siglo XIX.
Así, en junio de 1941, el presidente Aguirre Cerda, junto a su ministro de Salud, Salvador Allende, envían al Congreso el proyecto de reforma a la seguridad social chilena, que se había inaugurado en el año 1924 con la ley Nº4.054, que determinó los seguros de enfermedad, de invalidez y de vejez. Para la coalición de gobierno (Frente Popular) era indispensable modernizar la institucionalidad de la seguridad social ya que existían diversas normas y regímenes previsionales que se tradujeron en inequidades entre los trabajadores y una pérdida de recursos económicos y de horas de trabajo por una fragmentación institucional. En consecuencia, fue indispensable consagrar los principios de la medicina social y preventiva a través de un nuevo modelo de gestión sanitaria, el cual encarnó en el Servicio Nacional de Salud, que emuló el camino seguido por el NHS de Inglaterra tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial.
Gran parte de su arquitectura se erigió sobre una serie de iniciativas públicas y privadas que habían asumido los retos de la salubridad nacional desde comienzos de siglo.
A contar de 1952 el nuevo modelo tuvo que atravesar una etapa de adaptación, debido a que la integración de diversos servicios, la recaudación de recursos económicos y la reunión de contingentes de profesionales de salud fue una labor bastante ardua. Además, tuvo que encarar la presión por la alta demanda de la población, más conciente sobre su derecho a la salud.
Con todo, hacia fines de la década de 1950, existió la percepción de que se habían hecho avances. Incluso, la famosa misión económica Klein & Sacks en 1958 expresó que, pese a las dificultades que solían encarar ese tipo de proyectos de alcance nacional, el SNS estaba demostrando un “éxito considerable”.
El escenario epidemiológico de aquel entonces orientó el trabajo del SNS hacia las campañas de vacunación contra las enfermedades infecciosas (poliomielitis, viruela, tos ferina, difteria, tuberculosis, sarampión), control de alimentos, promoción de salud materno-infantil, salud dental, higiene ambiental, promoción de la medicina laboral, etc.
La gestión hospitalaria del SNS mejoró la oferta de camas para la población gracias a la capacidad de las instituciones fiscales y a su integración con las entidades particulares.
Pero también enfrentó dificultades, como las carencias de profesionales para atender la creciente demanda de la ciudadanía; bajas remuneraciones, que generaron ciertas tensiones con los gremios; y una exigente financiación.
Con el golpe de Estado de 1973, se generó una serie de cambios que modificaron instituciones políticas, entre ellas el SNS. A contar de 1980, se inauguró una nueva fase en la que los principios que inspiraron al SNS fueron reemplazados en gran parte por el enfoque mercantilista.
No obstante, existen algunas reflexiones para una valoración histórica del SNS: el esfuerzo por superar la fragmentación de recursos que caracterizó a la salud pública nacional desde el siglo XIX; la concepción de la salud con un eje del bienestar social; la prevalencia de la medicina preventiva por sobre la curativa; descentralización operativa; el concurso de diversos agentes de la ciudadanía en el Consejo de la Salud; el cuidado en la gestión de los recursos debido a la relevancia que la salud adquirió como derecho fundamental.
Al comenzar el siglo XXI, es altamente recomendable conocer la trayectoria histórica de la institucionalidad de la salud pública chilena y ponderar los desafíos, obstáculos y avances que las generaciones pasadas enfrentaron para resolver las urgencias sociales y políticas que integran la esfera de la salud.