Perfil: Claudio Bravo, el pintor

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Dr. Rafael Ferrer B.

La tecnología nos permite conocer la vida de los grandes músicos y pintores que existen o han existido en el mundo. Hoy escribiré una autobiografía descrita por el propio autor: Claudio Bravo, el mayor pintor superrealista chileno que ha existido, quien falleció en Marruecos el 4 de junio de 2011.

Nació el 8 de noviembre de 1936, en Valparaíso, porque aunque vivía en Viña del Mar, en esa época solo existía una clínica maternal en esa ciudad, en Valle del Paraíso, como él la describe.

Su padre era agricultor y vivían en Melipilla. A su madre solo la recuerda como que su única preocupación era su familia; según él, era una santa. Tuvo 7 hermanos.

Estudió en el Colegio San Ignacio como interno, desde los 9 años hasta las humanidades. Fue un mal alumno, pero cuando le ponían mala nota, hacía un dibujo del profesor y se lo regalaba. Con ello, ese maestro le mejoraba la nota. Nunca tuvo vacaciones, porque su padre en esas fechas lo obligaba a hacer boletos. Por ello, siempre fue un “trabajólico”. Sus padres murieron jóvenes, él a los 49 años y ella a los 52.

Su profesor, el sacerdote Dussel, le dijo al padre de Claudio que le pagara un curso de pintura a su hijo. “Ni hablar -le contestó el padre-, para que sea un melenudo, un vago, y alimentado por sus hermanos, no, imposible”. El sacerdote le pagó durante unos meses un curso de pintura con Miguel Venegas y luego fue hablar con el padre. Le mostró varios cuadros.

– Estos cuadros lo pintó un alumno de mi curso, que le parecen-, dijo Dussel.

– Extraordinarios. A ese alumno si le pagaría un curso-, respondió el padre.

– Ese alumno es su hijo-, le contestó el sacerdote. El padre le pagó el curso y devolvió el dinero a Dussel.

Fue un divo. Tenía muy buena voz y participaba en el coro. Era solista. Comenta que en el colegio siempre era elegido como director: había una academia literaria, la dirigía; una academia de teatro, lo mismo. Fue bailarín profesional del ballet de Santiago, (esto último lo supe por internet).

A los 17 años presentó su primera exposición de pintura en Santiago. Desde niño montaba caballos, por ello el gran amor que tenía por estos animales. Según él, el caballo es uno de los más hermosos animales (yo siempre he dicho lo mismo). En el fundo que compró en Chile, cerca del Lago Villarrica, tenía una caballeriza. Para él, el caballo chileno, el corralero -que fue traído por los españoles a Chile-, es uno de los más hermosos del mundo.

Cuenta que en el famoso cuadro de Pedro Subercaseaux, “La batalla de Maipú” el pintó los  caballos, 15 en total.

Su amistad con el filósofo Luis Oyarzún, profesor nato y de gran calidad humana, lo marcó. Siempre buscó personas mayores que le enseñaran. Fue amigo de Benjamín Subercaseaux, autor de “Chile o una loca geografía”, quien lo llenó de libros.

¿Qué dice de la pintura? Que el modelo para pintar naturaleza muerta, frutas, flores, maceteros, etc., significa ocupar gran tiempo en modificar distintas posiciones de ellos, hasta encontrar los lugares exactos. Según él, es un proceso mental que ocupa gran tiempo. En cambio, el paisaje lo puede cambiar buscando la composición más bella. Comenta que según Van Gogh el futuro de la pintura estaba en el color. Él lo usó siempre. Para él el color más hermoso es el color rojo colonial. La pintura para él es la “pintura del alma”. En el realismo hay que dar el realismo personal.

Empezó a pintar retratos y tuvo el gran problema, todo el mundo empezó a pedirle uno.

Pintó también pintura abstracta representada por “paquetes”.

En su autobiografía va mostrando cuadros de retratos, paisajes, “paquetes” y comentándolos.

Muestras varios desnudos, entre ellos una mujer muy hermosa. Comenta que cuando ella paseaba por las calles de París todo el mundo se daba vuelta para mirarla.

Además, sobre el cuadro de un enano relata que “no es un modelo, solo es un boceto” y que cuando empezó a pintarlo, le dijo “debe pagarme ahora”. Le pagó. Al día siguiente, volvió a repetirle: “debe pagarme nuevamente, ponerme música y traerme mujeres desnudas para mirarlas, además, usted me cae mal”. Lo despidió de inmediato.

Le gustaba pintar “príncipes”, pero también personas del pueblo.

Decían que sus cuadros eran solo fotografía, ante lo que él contestó “pero hoy en la civilización, la fotografía está en todo, en las calles, en los diarios, en el cine, en la TV”. La esencia del pintor se consigue con el modelo, no con la fotografía.

Para él la persona que le compraba un cuadro adquiría una relación con su vida, con su hogar. La pintura es larga, difícil, no es fácil.

De Chile viaja a Europa en barco, mareado todo el tiempo, comenta, para peor, con un temporal. Solo al llegar al mediterráneo el viaje se calmó. Para él un paraíso, más aún escoltado por docenas de delfines. Desembarcó en Barcelona. Vivió en Madrid algunos años y luego en París, otros más.

En Madrid se relacionó con la sociedad de ese lugar pintando retratos. Pintó también a la hija de Franco (1960). Fue muy mimado en Madrid, todo el mundo lo invitaba a las fiestas.

Marcos, de Filipinas lo invitó a su país para que pintara a su señora que era bellísima. Como también le ocurrió en España, donde pintó retratos de la sociedad finlandesa (1968).

Fue invitado a exponer en la galería de Malboroug, en EE.UU., una de la más grandes galerías del mundo, que solo exhibe a los mejores pintores y, en beneficio para él, la que pide más caro por los cuadros que muestra (las otras galerías de Malboroug están en España, Japón e Inglaterra).

La exposición que realizó en Chile fue muy visitada, porque para los chilenos él era un mito (muestra una fotografía donde está la gente aglomerada para entrar al museo de Bellas Arte de Santiago). Todo el mundo lo abrazaba, le tocaban las manos, le pedían autógrafos, fue maravilloso.

En Chile compró un fundo al lado del Lago Villarrica donde vivió un tiempo. El problema que tuvo para pintar paisajes, dice, fue porque el país tiene un clima muy cambiante y tenía a veces que esperar varios días para recuperar la luz.

El año 1972 se trasladó a vivir en Tanger donde vivió el resto de su vida y donde pintó sus mejores cuadros, porque la luz del mediterráneo era extraordinaria, desconectándose además del teléfono y de la vida social. Pintaba de 8 a 10 horas diarias. Investigó el tema árabe, un mundo exótico para él.

Recuerda que cuando pintó el cuadro  “La Última Cena”, éste fue destruido por el personal de la aduana, porque en el cuadro estaba Jesucristo vaciando vino en un vaso. El vino estaba prohibido por el Corán. Le fue muy difícil reparar el cuadro.

Cuando expuso en EE.UU, el crítico más famoso de New York lo alabó diciendo: “Bravo- Bravo- Bravo”. Posteriormente, el mismo lo hablóo mal de él, después de haber pintado un cuadro donde estaba desnudo encima de un “paquete”. En represalia, cuando llegó a Madrid imprimió tarjetas de navidad con este cuadro y lo repartió a numerosas personas.

Finalmente, murió en Tanger, Marruecos, después de haber presentado dos ataques de epilepsia y un infarto camino al hospital, a los 75 años de edad.