Reseña: “Crónicas de hospital”, del Dr. Jorge Hasbún

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Por: J. Enrique Silva


Bajo este título, el Dr. Jorge Hasbún (Medicina, U. de Chile, 1968) expone situaciones que vivió durante su trayectoria desde estudiante hasta Profesor y Director del Hospital Clínico de la U. de Chile, una idea original de la cual no conozco precedentes.

Las historias, variadas y verdaderas, están relatadas con lucidez y en forma fluida. Aunque separadas temporalmente, tienen aproximación cronológica con el camino recorrido y hacen justicia al título de la obra “Crónicas de Hospital”.

También, de la promoción de 1968, viví y participé en varios de los sucesos descritos. Por ejemplo, en el segundo año, en la celebración de la semana de la Escuela de Medicina, cuando los estudiantes de Medicina de la U. Católica raptaron a nuestra Reina, yo estuve entre quienes nos infiltramos en una clase de Dermatología en el Hospital J.J. Aguirre por estudiantes de la UC a quienes “apresamos”. A algunos los metimos en los carro-jaulas usados para transportar perros y otros animales experimentales en la Escuela y los llevamos por la Av. Independencia, desde el Hospital Clínico al Anexo de calle Borgoño, un trayecto de unos dos kilómetros, si no más. Caminamos por el centro de la amplia avenida con nuestros “delantales blancos”, exhibiendo a estos futuros colegas que habían tenido la osadía de raptar a nuestra Reina. El relato del autor es vívido y complementa mi recuerdo, ya que no participé en todos los frentes que él tan bien relata, como el “asalto” a la Escuela de Medicina de la U. Católica, todavía varios kilómetros más al sur, y la incautación de las municiones de fogueo del cañón de Cerro Santa Lucía, que tradicionalmente se disparaba al mediodía en Santiago.

Las historias son variadas y ocurren en un lapso de casi sesenta años, pero, al enmarcarlas dentro de su carrera médica y alrededor de sus vivencias, Jorge les da unidad y naturalidad.

Uno podría decir que “son vivencias bien vividas”, porque generan en el protagonista pensamientos profundos y enseñanzas. Escritas en un lenguaje ágil y ameno, las dispone en un contexto que revela una amplia cultura y trabajo investigativo de su parte. La narrativa también refleja una visión ancha del mundo, no sesgada, absteniéndose el autor de tomar posiciones políticas o ideológicas. Otro aspecto que trasciende de su narrativa es su modestia y generosidad. A pesar de ser el único autor, siempre habla en primera persona plural.

Algunas crónicas son altamente emotivas, como la historia del Profesor Lucht y de Carlos Moyano, que se encuentran cuando éste comenzaba el sexto año, para, por fin graduarse, mientras el primero está dando sus últimas clases antes de jubilar, habiendo sido compañeros de curso en un momento, décadas atrás. Una hermosa historia. Estos reencuentros de destinos tan diferentes me recuerdan los cuentos del escritor francés Guy de Maupassant; y no solo por los caprichos del destino, tan común en sus relatos, sino también por la narrativa cautivadora con que Jorge las cuenta.

Otras crónicas están enfocadas en la vida de compañeros de curso que conoció con más cercanía: Marcela Contreras, Andrés Tchernitchin, Germán Camacho y Alfredo Sepúlveda, entre otros. La descripción de sus contribuciones y su relevancia es completa y objetivamente fundamentada. A Andrés Tchernitchin lo conozco desde cuando dimos Bachillerato, los primeros días de enero de 1961 y luego compartí con él en muchos grupos durante los dos primeros años. Trabajamos juntos en su casa, a pocas cuadras de la Escuela, y conocí a sus padres. Es un individuo de múltiples talentos (científico, musical, pictórico) y de excepcional inteligencia. Al leer estas historias en las “Crónicas de Hospital” es inevitable sentir orgullo por esos compañeros de curso; así como pensar en muchos más, ya que el total de los graduados del año ‘68 fueron alrededor de 220.

También destaca maestros, algunos de los cuales vimos irse y que Jorge tuvo el privilegio de conocer de cerca, e incluso trabajar con ellos, como los profesores Raúl Osorio y Carlos Gómez-Rogers. Las notas biográficas son completas y detalladas, pero amenas. Cierto que al irse estos maestros dejan un vacío difícil de llenar, pero también dejan la herencia de su obra y sus discípulos, de los cuales el mismo autor es un ejemplo notable.

En la crónica Momentos Infernales en la Maternidad, Jorge aparece como actor en momentos difíciles, en los cuales mostró liderazgo y eficiencia, lo que es relatado con realismo. Refleja bien sus valores y amplitud de miras, pero lo hace con modestia encomiable. Recuerdo la noche del terremoto, un 8 de Julio de 1971, cuando mi esposa y yo veníamos de celebrar a mi madre, el día de Santa Isabel; ansioso de llegar a casa a ver si nuestros hijos estaban bien. ¿Podría haber pensado en ese momento que en el viejo edificio de la Maternidad (donde mi hermano y yo nacimos) se vivía el drama tan vívidamente descrito?. Pienso que en Julio de 1971 Jorge habría recién completado su entrenamiento en Obstetricia y Ginecología. El relato revela el dramatismo de la situación, el pánico, el caos de la huida, los recién nacidos abandonados o perdidos, así también como el heroísmo del personal y el liderazgo de los médicos, particularmente el que practicaba una cesárea en el momento del sismo. Este hecho es descrito junto con otro “momento infernal”, el paro de 24 horas de las Matronas, aproximadamente un año antes. Si bien no tuvo el dramatismo del sismo, también es una situación que requiere de liderazgo y voluntad para reducir la consecuencia de no tener a profesionales esenciales en una maternidad. Cinco médicos, entre los cuales estaba el autor, aún becario, tuvieron que cubrir el trabajo de 18 matronas más el de los médicos, en una especialidad en que las acciones electivas son un mínimo comparadas con las urgencias que no respetan horarios.

El Gato Placentero es otra crónica notable. El título es genial, porque el gato no era ni apacible ni agradable (el significado de “placentero”), sino un animal agresivo y huraño que comía placentas, lo cual lo hacía “placentero”. Amena historia y muy de nuestro ambiente e idiosincrasia, porque ¿para qué atornillar la tapa del recipiente donde se depositaban las placentas para ulterior examen, cuando habría que abrirlo y cerrarlo tantas veces al día?

La última crónica, Las Pinturas de Lina Mollett y la pulsera de Beirut es un broche de oro para el libro. Son dos historias hermosas que convergen décadas más tarde. Las pinturas de Lina Mollett, que databan de 1898, fueron encontradas y rescatadas del abandono en la feria persa Bío-Bío, en 1980, por Jorge. Los cuadros, esmeradamente limpiados y reparados, despertaban curiosidad, pero no fue posible identificar a la artista. La curiosidad fue disminuyendo, pero permaneció latente, hasta el año 2020, cuando leyendo una reseña histórica de Copiapó, el Dr. Hasbún encontró que el primer Liceo Fiscal de Niñas en Chile había sido fundado en esa ciudad en 1877. El documento también cuenta de una profesora de artes plásticas traída de Inglaterra, Lina Mollett, quien llegaría a ser la segunda directora de establecimiento, siete años después de haber pintado aquellos cuadros. Esto reavivó el recuerdo de los eventos alrededor de la “pulsera de Beirut”, los cuales habían ocurrido en 1967 cuando la pulsera en cuestión que su madre perdió en Londres, solo semanas después de comprarla en Beirut, fue encontrada por un ciudadano inglés quien la llevó a la misma estación de policía donde Jorge había denunciado su pérdida. En un acto de insólita honradez, la preciada pulsera volvió a sus manos apenas unos meses más tarde. Más de cincuenta años después, cuando descubre quien era la artista inglesa autora de esas pinturas, el recuerdo de la pérdida y la recuperación de la pulsera generó en él un impulso (una pulsión lo llama) de devolver la mano y encontrar a los descendientes de Lina Mollett, para ofrecerles la posibilidad de rescatar la obra de una antepasada, muy probablemente recordada como “interesante, sensible y valiente” como él Dr. Hasbún la imaginara después de conocer su historia y contemplar sus cuadros por horas.