Dr. Ricardo Peña, Condecoración de Honor de la Orden Médica Chilena 2022: “No entiendo al médico separado de la conciencia social”

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Aunque pensó en ser sacerdote, finalmente se decidió por la medicina tras sufrir una enfermedad que lo tuvo en reposo durante varios meses. Fue dirigente histórico de nuestra Orden y en la década del noventa lideró un movimiento que significó un punto de inflexión en la salud pública y que culminó con la promulgación de una Ley que crea el descanso compensatorio para médicas y médicos.


Por Marcos Santis Hernández

Una hepatitis infecciosa grave durante su adolescencia lo mantuvo cuatro meses en reposo obligatorio absoluto. Fue durante este periodo, que incluso lo obligó a repetir de curso, que las conversaciones con un primo putativo que era médico y la lectura de un libro que lo impresionó, cambiaron el rumbo de su vida. Decidió dejar atrás el anhelo de ser sacerdote y concentrarse en su deseo de dedicar su vida a la medicina.
El Dr. Ricardo Peña perdió a su padre a los doce años. Su mamá, una mujer de campo y profundamente devota de la Virgen de Lourdes, inculcó en él la fe. Fue en las constantes visitas a la gruta que siendo un niño encontró refugio la religión y descubrió una conexión espiritual que hasta ese entonces desconocía. Para muchos el destino estaba trazado. “Acompañaba a mi madre a la Gruta de Lourdes y cada vez fui metiéndome más a la actividad de la Iglesia Católica. Mi primera vocación fue ser sacerdote y ésta fue una idea que abracé con fuerza durante años. De todas formas, dicen que los médicos tenemos algo de sacerdote también; incluso, en la Edad Media a los estudiantes de medicina les pedían votos de celibato”, relata.
Su círculo cercano no entendía muy bien este cambio, ya que, además, siempre lo perfilaron como alguien académicamente más humanista. Por lo mismo, tuvo que convencer hasta al orientador de su colegio (el Instituto Nacional) de que éste sería su camino. Más que una vocación, para él, y tal vez en un inicio sin darse cuenta, el humanismo lo atravesaba en todas sus dimensiones.
“El orientador consideraba que la mejor opción para mí era una carrera de tipo humanista. Mis notas así lo reflejaban. Me acuerdo que tuvimos una larga conversación, en la cual yo le expuse que si él pensaba que la medicina no estaba conectada con las humanidades, estaba completamente equivocado. Yo veía la medicina como una carrera fundamentalmente humanista, porque en su centro está el ser humano. Me quedó mirando y me dijo, bueno, ya, estudia medicina. Y ahí postulé”, recalca.
“Entré a la Universidad de Chile, primero siendo parte de la primera generación de una carrera nueva en el Instituto Pedagógico que se llamaba Matemáticas, Física y Química. Eso me sirvió mucho porque me ayudó a rellenar los vacíos que podía haber para el bachillerato y posteriormente, para el examen de admisión de la carrera de medicina que en ese tiempo era muy importante”, resume.
El Dr. Peña comenzó a estudiar medicina a fines de la década del sesenta, en un país donde el clima político estaba marcado por la polarización y radicalización. “Desde 1968 que la política en las universidades era un tema relevante. Yo no militaba en partidos, pero me sentía más identificado con lo que hoy se llama la centro izquierda. Es decir, no militaba en los partidos políticos, pero sí participaba de las actividades y del movimiento. Estuve tres años seguidos siendo el delegado de bienestar. Fui secretario general cuando Carlos Lorca era el presidente del Centro de Estudiantes de Medicina. Carlos es uno de los dos parlamentarios detenidos desaparecidos durante la dictadura militar. Me metí de lleno en la política, pero siempre desde una perspectiva gremial”, agrega.
Desde ahí no paró. La vocación de servicio la reafirmó cuando leyó una cita de Louis Pasteur en un busto de la Facultad. “Me impresionó mucho, no por la figura del busto, sino por lo que estaba puesto en la base. Decía: ‘el capital más importante de toda la nación son sus ciudadanos’. Me gustó tanto, porque eso era lo que yo pensaba que, finalmente, lo más importante de un país era la gente que vivía en él y por eso teníamos que pelear”, relata.
El Dr. Ricardo Peña González es Médico titulado en la Universidad de Chile, especialista en Cirugía y Medicina de Urgencia, con una larga trayectoria de desempeño tanto en el servicio público hospitalario, así como en lo académico. Fue Médico General de Zona desde 1972 a 1976 en la Región del Maule, trabajando en los hospitales de Lontué, Molina, Talca y Curicó. Desde 1978 a 1985 trabajó en el Departamento de Clínicas Quirúrgicas Facultad de Medicina Centro Sur – Universidad de Chile, del Hospital Barros Luco. A su vez, desde 1984 al 2000 se desempeñó en el Servicio de Cirugía y desde 1993 a 2001 fue jefe de turno en el Hospital de Urgencia Asistencia Pública (ex Posta Central). Todo en paralelo a su actividad como dirigente gremial en nuestro Regional Santiago, donde fue Consejero Regional y General y ocupó el cargo de Presidente por dos períodos consecutivos, entre 1996 y 2002; y además ejerció como Secretario y Tesorero.
Dentro de sus diversos logros es fundamental destacar cuando el Dr. Peña lideró el movimiento de urgencia en los años 90. A inicios del Gobierno de Patricio Aylwin, junto con otros líderes, organizó y dirigió a sus colegas para exigir mejores condiciones laborales y el establecimiento de una carrera funcionaria. Movilizaciones que en octubre de 1992 provocaron la salida del entonces Ministro de Salud. Luego, dirigió las negociaciones que culminaron con la promulgación de la Ley que crea el artículo 44 y el descanso compensatorio para médicas y médicos que cumplen 20 años, en sistema de turnos de 28 horas.

¿Cómo recuerda el origen de esa crisis?

– En la Posta Central nosotros teníamos un sector de oftalmología de urgencia, en esa época, y poco a poco empezaron a irse los oftalmólogos. Se iban por las condiciones de trabajo más que por los sueldos. Llegó un momento en que teníamos veinte cargos vacantes. Por otra parte, uno llegaba y miraba hacia el oriente o hacia el poniente, donde estaba la sala de hospitalización y veía una cadena de camas en el pasillo. Le llamábamos “los trenes”. Además, colegas se habían visto en problemas, porque habían operado tardíamente un cuadro apendicular. Esto era producto de las malas condiciones de trabajo, ya que coincidió que hubo muchas urgencias vitales.
Lo que planteé es que no nos fuéramos de a uno, callados, sino que renunciáramos todos en bloque. Yo era el primero que iba a firmar mi renuncia, porque, además, no quería quedarme a apagar la luz de la asistencia pública. En eso, veo que hay una avalancha de gente hacia el mesón central sacando formularios y firmando la renuncia. Partí al Colegio Médico, le pedí la palabra al Dr. Enrique Acorsi que era consejero general del Regional Santiago. Le dije, nosotros no estamos acá para discutir. Aquí tengo ciento veinte renuncias de los médicos de la asistencia pública para ser presentadas mañana. En paralelo, nos enteramos que los médicos del hospital de Los Andes serían los primeros en sumarse al movimiento.

¿Cómo cree que esta movilización marcó el destino de la Salud Pública?

– La primera perspectiva fue que hubo un aporte de dinero importantísimo para resolver todos los problemas de infraestructura y de aporte en método de diagnóstico que ya estaban en el sector privado, pero no en el sector público. Usé un término en esa época, en esa pelea, de que andábamos ‘a pata pelada con frac’. Si teníamos un escáner no lo podíamos usar porque no había tecnólogos médicos, no había técnicos ni radiólogos para el diagnóstico. Era un chiste.
El Estado de Chile aportó cuatro mil millones de pesos en esa época con el fin de proveer todas las necesidades que tuvieran los servicios de urgencia. Además, este aporte iba a ser un presupuesto anual. Se iba a dotar todos los años de recursos humanos a los proyectos de trabajo, se iba a nombrar para la región metropolitana un coordinador que estuviera sobre los servicios de salud para ordenar el trabajo y normar el trabajo de todos los servicios de urgencia para que funcionara en red. Siento que esto se ha perdido. Por eso digo, ¿cuándo vamos a hacer otro movimiento para demostrar que el Estado no puede eludir sus compromisos? Porque esto es independiente de quien gobierna, porque el gobierno es un ente político administrativo. Ellos tienen que cumplir lo que otros gobiernos han comprometido.

¿Cuál es su opinión respecto a la actual crisis de la salud?

– Debería haber una cotización única y teniendo eso como base, quien quiere y puede pagar por servicios complementarios debería poder hacerlo. Yo siempre he sido de FONASA. Primero SERMENA y después FONASA. ¿Por qué? Porque yo siempre he dicho que cuando sea viejo no voy a tener para pagar una Isapre. Por lo tanto, prefiero que el 7% vaya a un fondo común para que con eso pueda ayudar a mejorarlo. Porque ese sistema es el que me va a atender cuando sea viejo. Esa es una decisión personal y política a la vez.
En mi opinión, el modelo que nosotros teníamos era un modelo excelente. El Servicio Nacional de Salud fue un modelo que nos vinieron a imitar de otras partes como Costa Rica y México. Si bien es cierto, estaba centralizado en su manejo, pero estaba desconcentrado en su gestión. Entonces, como yo ahora estoy en Chiloé, estoy arriba de un cerro, miro a lo lejos la península y veo el mar interior y pienso ¿Cómo voy a aplicar un programa de salud a la gente del archipiélago si es distinta a la de la Región Metropolitana? Entonces la desconcentración te daba esa capacidad de adaptar los procesos, de manejar las indicaciones programáticas, pero teniendo una base transversal.

¿Y respecto a las condiciones laborales de médicas y médicos?

– Primero que todo, las médicas y médicos que deciden trabajar en el sector público merecen tener una tranquilidad económica. Es decir, tener las condiciones óptimas para estar trabajando tranquilamente y concentrado y no estar pensando que una vez terminando acá debo salir corriendo a trabajar a otro lado o a cuidar a los hijos. Una situación que se acentúa en madres médicas jefas de hogar.

¿Y qué no puede perder un médico o una médica durante su vida profesional?

– Lo que no debe perder nunca es su amor por los semejantes. El trabajo del médico está centrado en el ser humano como un trabajo divino de alguna manera. Eso para mí es crucial. El encanto que tiene la medicina es que todos los días tú estás tratando con el dolor físico, con el dolor psíquico y con la desilusión ante la impotencia económica y social. Tienes que entender que eso afecta a tu paciente y tú tienes que ser parte importante de la sanación en ese aspecto. Por eso yo no entiendo al médico separado de la conciencia social.

En su rol como académico, ¿cómo traspasa esta visión a las nuevas generaciones?

– A los alumnos siempre les digo que si alguien entra a estudiar medicina solamente por un aspecto económico -lo van a conseguir, claro que sí- pero van a ser muy infelices. Van a tener una retribución económica que les va a permitir vivir cómodamente, pero cuando hay vocación se trabaja con una riqueza que no tiene valor y provoca felicidad en uno mismo.
Porque ser médica o médico es una responsabilidad muy grande. También siempre les digo a los alumnos que no deben estudiar por una nota, porque el peor examen lo dará con el enfermo. Y, después, la peor comisión serán los familiares del enfermo. Por lo tanto, tienen que aprender a formarse de una manera integral. Van a estar permanentemente dando examen. Por eso, es importante la relación médico-paciente y médico-familia, le agregaría yo también. Es muy importante el hecho de que tenga que manejar el dolor, no de la enfermedad, sino que de la preocupación del familiar que está detrás de cada paciente.

Camino a las bodas de diamantes

Cuando el Dr. Ricardo Peña recibió su premio a la Condecoración de Honor de la Orden Médica Chilena como reconocimiento a su destacada trayectoria profesional y personal los asistentes a la ceremonia junto con saludarlo y felicitarlo podían presenciar con sus propios ojos una complicidad difícil de encontrar por estos días. Con su esposa, Inés Fighetti, después de 54 años de matrimonio aún parecen “pololos” y es que les brotan corazones de los ojos cuando se miran el uno al otro.
“Hay mucha gente que nos dice lo mismo y es verdad que no hemos dejado de pololear. Tenemos en la mira nuestro aniversario número 60, es decir, nuestras bodas de diamante. No te miento que de vez en cuando tenemos nuestras discrepancias y discusiones como todo el mundo, pero nos queremos mucho. Yo estoy contento. Ahora habría que preguntarle a ella si está contenta”, sonríe.
Un camino marcado por el amor y la complicidad, pero también por los procesos históricos del país. “Durante la dictadura tuvimos muchos mensajes subliminales de amenaza. Yo le contaba todo a ella y siempre estuvo conmigo para darme apoyo emocional. Fui detenido dos veces y en un contexto que no era fácil, recién habían pasado siete años del golpe. Y bueno, logramos sobreponernos y por eso es un pilar tan importante en mi vida. Estoy consciente de que sin su apoyo no sería lo que soy hoy”, enfatiza.
Disfrutan pasar tiempo juntos con sus cuatro hijos, las familias de estos y sus nietos. La dificultad es que todos tienen distintas edades, por lo que debe adaptarse a dinámicas, niveles de energía y temas de conversación con cada uno de los más jóvenes de la casa. “Soy un abuelo que corrige, pero también a quien le gustan las caminatas, chacotear y escuchar temas que para ellos son importantes. Hasta me toca jugar a la pelota. A mi nieto le digo basta, que me puede dar un infarto” y suelta una risotada.

¿Qué le provocó recibir la Condecoración de Honor de la Orden Médica Chilena?

– Lo recibí con bastante agrado. ¡Para qué te voy a negar que me dio mucha satisfacción! No pensaba que me lo dieran algún día, porque yo creo que en ocasiones he sido un disruptor dentro del manejo gremial y, obviamente, eso te deja muchos amigos, pero también muchos enemigos. Desde ese punto de vista, cuando me llamó el Dr. Jaime Sepúlveda para darme la noticia de forma oficial, me sentí muy agradecido de ser como soy.

Actividades gremiales Colegio Médico de Chile

1985 – 1989: Capitular del Hospital de Urgencia Asistencia Pública – Ex Posta Central (HUAP).
1989 – 2014: Presidente del Capítulo del HUAP.
1990 – 1993: Consejero General por Santiago.
1993 – 1996: Consejero Regional Santiago.
1996 – 2002: Presidente Consejo Regional Santiago.
2011 – 2014: Secretario Consejo Regional Santiago.
2014: Tesorero Consejo Regional Santiago.
2015 – 2021: Consejero Regional Santiago.